martes, 2 de mayo de 2017

Perdone, se le está cayendo el tanga.

Ayer estuve en el alto de O Cebreiro, uno de los lugares más maravillosos que tengo cerca de casa (no hay peregrino a Santiago, que no quede prendado del lugar y olvide las penurias de la subida que lo precede. Y hablo con conocimiento de causa que en su día fui peregrina, pero esta historia os la contaré en otro momento). Normalmente, huyo allí cuando quiero hablar con el protagonista de la carta que presenté al concurso literario (¿la recordáis? os la enseñé en una de las primeras entradas de este blog) y busco tranquilidad. Ayer, ese momento mágico fue interrumpido por un matrimonio para hacerme llorar de la risa.

Estaba en la orilla de un camino observando la estatua de un peregrino cuando vi venir por el sendero a una pareja de mediana edad. Según se acercaban, iba viendo cómo al hombre le asomaba una especie de puntilla color turquesa por la pernera del pantalón. Alguna virtud tendré, seguro, pero la discreción no es una de ellas, no. Cuando se encontraban a mi altura, me di cuenta de que era un tanga y que cada vez le caía más. ¿Qué creéis que hice entonces? lo normal, decírselo (a mí, me gustaría que me avisaran si se me fueran cayendo las bragas por ahí, que queréis que os diga). Me giré hacia ellos y tuvimos una conversación más o menos así:

- Perdone, creo que está perdiendo el tanga (Le dije con toda la seriedad y respeto que pude. Sí, sí, vosotros reid, pero me gustaría veros decirle eso a un hombre de unos cincuenta años largos, y con su mujer al lado, aguantando la risa).

- ¿Cómo dices? (Me contestó él)

- Ay Ricardo, que te está saliendo un tanga por la zapatilla.

Se agachó, tiró de él y, entonces, su mujer empezó a reir como una posesa. Exactamente, aproveché el momento para hacerle compañía y allí estábamos las dos, mano a mano, a carcajada limpia.

- Es mi tanga. No lo encontraba. Eché la ropa a lavar y se debió enredar entre tus pantalones jajajajajajajajaja... (dijo la señora). El caso es que planché el pantalón y, ¿cómo no lo vería? jajajajajajajajajaja...

- La madre que te parió, imagínate que esto me pasa en el bar (dijo Ricardo, que su nombre sí lo recuerdo).

Y así fue como este matrimonio, simpático donde los haya, me hizo llorar de la risa en uno de los lugares más hermosos para mí. Luego, siguieron su camino y la estatua del peregrino y yo nos quedamos un rato asimilando la aventura de la que acabábamos de ser testigos.

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