viernes, 12 de enero de 2018

Follar, joder, fornicar...

Follar, mirad que es fea la palabra para lo bonito que es el significado de la misma cuando se hace con amor de verdad. Pero claro, si no quieres decirla, ¿por cuál la sustituyes? Hacer el amor (muy cursi), joder (muy soez), fornicar (¡mirad! ésta es graciosa pero vulgar), chingar (no, por favor)...

Antes de ayer, mientras conducía (este dato es irrelevante pero lo escribo porque el blog es mío y me apetece), escuchaba en la radio una entrevista de Carles Francino a Lorena Berdún. Me hicieron recordar un ataque sexual, por parte de unas algas, que tuve el verano pasado en la playa y que todavía no os había contado.

El Mediterráneo suele ser un mar muy tranquilo, suele. Aquel día, las olas eran unas señoras olas y yo, con mi metro cincuenta y siete, las iba saltando o buceando como bien podía. A mi lado, un padre de familia con dos niños pequeños (me pregunto si ya se les habrá pasado el trauma y cuántos años de purgatorio me van a caer a mí por crearselo).

Estaba yo a lo mío cuando, de repente, me vi dando vueltas por encima, debajo, a través... (¡yo qué sé por dónde!) de una ola gigante. Cuando pasó, me sentí un poquito ligerita de ropa ¡y es que estaba en pelotas! La parte de arriba del bikini, al lado de uno de los niños, la parte de abajo sujeta sólo por una de las piernas y a la altura de los tobillos. ¡Hala, dale alegría a tu cuerpo Macarena! Me coloqué la braga como pude y me acerqué con mis preciosos pechos hasta el niño para coger el sujetador. "Menuda ola grande, ¿eh?" le dije a los tres mientras me daba ya la vuelta y pedía a medio santoral que aquellas criaturas no hubieran tenido que ver más de lo estrictamente necesario jajaja... Sentía algo raro en la entrepierna (¿véis? otra palabra feota, ¡vulva!, aunque bastante más bonita que coño, chocho, potorro, pechina, chichi o figa, así es como yo le llamo) y salí del agua para cambiarme el bañador. Descubrí, entonces, que había sido "follada", literalmente, por un batallón de algas. ¡Qué asco! a saber dónde... no, jolines, ¡qué asco! Me pregunto, ahora, si el que inventó la expresión "que te folle un pez" no habrá pasado por alguna situación parecida a la mía pero, por lo que se ve, más traumática el/la pobre.

Y ésta fue la última vez que me... bueno, pues eso, que me... eso. Porque amor no hubo, os lo aseguro, enterarme no me enteré hasta bien pasado todo, y las palabras son tan feas que le llamaremos "eso".