domingo, 31 de diciembre de 2017

Alzad vuestras copas

Brindo con vosotros por las risas compartidas hasta ahora en este blog y por todas las carcajadas que nos quedan pendientes para el 2018. ¡Sed felices!


sábado, 16 de diciembre de 2017

¡Fuera!

Y después de un año (bueno, un año hizo en julio, cuando empezaron las reacciones en cadena) parece que vuelvo a ser yo, ¡por fin!
Lo mejor, que la que está resurgiendo es una versión mejorada de mí, la misma en esencia, pero habiendo descubierto muchas aplicaciones que nunca antes había utilizado porque no sabía que las tenía descargadas en mi dispositivo (llamémosle alma, a ese dispositivo).
Lo peor (para alguno de vosotros, que no para mí) voy a comenzar a hacer uso de esas aplicaciones, cuando me apetezca y con quien crea que lo merece, sin ningún tipo de remordimiento, oye.
¿Qué implica ésto? que los que sigáis ahí seréis los que verdaderamente merezcáis la pena y por los que continuaré entregándome al 100% siempre que acudáis a mí; y los que os alejéis, supongo que es un modo de demostrarme que aquí la única que aportaba algo era yo, vosotros, probablemente solo que con cada disgusto me saliera una cana nueva (no os voy a decir que ha sido tiempo perdido el haberos tenido en mi vida, bueno, ¡qué puñetas! ¡claro que ha sido tiempo malgastado pero bienvenida esa aplicación que me ayuda a detectaros!).
El que me diga (intentando sacar provecho de lo que esa frase implicaba hasta ahora):
- "Es que eres tan buena, nunca te enfadas". ¡Fuera! Antes, lloraba a solas. Ahora, tengo una aplicación que me permite cabrearme y disparar.
- "Es tan fácil convivir contigo, todo te parece bien". ¡Fuera! Antes, pensaba en el resto de la humanidad y, luego si acaso (que prácticamente nunca lo hacía), ya pensaba en lo que yo verdaderamente quería. Ahora, tengo una aplicación que me permite pensar en mí, escuchando las necesidades de los demás y valorándolas pero exponiendo las mías para que se tengan en cuenta también.
- "No puedo" (désele la interpretación correcta a este "puedo", es decir, no me da la gana), "no voy a ir" (avisando 5, 10 o 15 minutos antes de haber quedado. Cuando avisan, que esa es otra). ¡Fuera! Antes, lloraba de rábia y me repetía lo imbécil que era. Ahora, tengo una aplicación que me permite aceptar este tipo de desprecios maleducados sólo una vez. Esta aplicación tiene un detector para saber cuándo se trata de una excusa o un verdadero problema (y al ser chica, funciona con una fiabilidad del 400%).
Los que no me pregunten a ver qué tal, sabiendo que me ha pasado algo importante (ya sea bueno o malo); los que no me acompañen en momentos duros de mi vida (que los habrá) y no digo acompañar físicamente, también es compañía hacerte sentir cerca con una llamada, un mensaje o un envío postal; los que me hagan promesas (aún sabiendo que no tienen la más mínima intención de cumplir); los que no me llamen para tomar un café, salir a hacer algo, o lo que sea, por el simple hecho de pasar un rato juntos, sin otro motivo que verme porque quieren compartir parte de su tiempo conmigo; los que no devuelvan mis llamadas, contesten mis whatsapp (y no digo que tenga que ser de modo inmediato, porque yo tampoco lo hago, pero si alguien te pregunta, se contesta. Esto es una cuestión de educación)... a todos esos ¡FUERA! No os quiero en mi vida.


miércoles, 29 de noviembre de 2017

Te vas, al final, te vas

Te escribiría mil palabras para decirte lo que significa nuestra amistad, pero no quiero llorar, ya lloraré mañana al despedirme de ti. Lo voy a resumir en un recuerdo.

Vayamos al 17 de abril del año 2013, uno de los días más tristes de mi vida y en los que más lágrimas derramé. ¿Recuerdas el abrazo que te dí en aquel cementerio y lo que mi boca pronunció con un sentimiento como en pocas ocasiones he expresado a nadie (por no decir como nunca jamás he expresado a nadie ajeno a mi sangre)? Bien, pues ese sentimiento es lo que significa nuestra amistad para mí.

¡Y que se mueran de envidia, amiga!

martes, 21 de noviembre de 2017

Banda sonora para un año diferente

Si tuviera que ponerle una banda sonora a este año 2017, sin dudarlo ni un minuto, sería esta canción de Rozalén.



"Sabes, hace tiempo que no hablamos
Tengo tanto que contarte
Ha pasado algo importante
Puse el contador a cero.

Sabes, fue como una ola gigante
Arrasó con todo y me dejó desnuda frente al mar.

Pero sabes, sé bien que es vivir
No hay tiempo odiar a nadie
Ahora sé reír.

Quizá tenía que pasar
No es justo, pero solo así se aprende a valorar.

Y si me levanto y miro al cielo
Doy las gracias y mi tiempo lo dedico a quien yo quiero
Lo que no me aporte lejos
Si alguien detiene mis pies
Aprendería a volar.

Y si miro a todo como niños
Los colores son intensos
Yo saldré de aquí si lo creo así
Cuando me miren sabrán que me toca ser feliz.

Sabes, he pasado mucho miedo
Se me parte el alma y a llorar.

Pero sabes, he aprendido tanto, tanto
Esta vida me ofreció una nueva oportunidad.

Pero sabes, sé bien que es vivir
No hay tiempo odiar a nadie
Ahora sé reír.

Quizá tenía que pasar
No es justo, pero solo así se aprende a valorar.

Y si me levanto y miro al cielo
Doy las gracias y mi tiempo lo dedico a quien yo quiero
Lo que no me aporte lejos
Si alguien detiene mis pies
Aprendería a volar.

Y si miro a todo como niños
Los colores son intensos
Yo saldré de aquí si lo creo así
Cuando me miren sabrán que me toca ser feliz
Me toca ser feliz
Ahora soy feliz
Porque sé bien que es vivir
Ahora sí que sí."




lunes, 30 de octubre de 2017

Pudin de merluza

¿Os gusta cocinar? A mí sí, mucho, no sé si lo hago bien o mal pero disfruto con ello. Lo único que se me resiste son los huevos, no importa el modo en que sean preparados, no nos llevamos bien. Me siento incapaz de hacer un huevo frito sin formar una batalla campal en la cocina; y mis tortillas de patata, en fin, mejor que no tengáis el castigo de tener que probarlas porque ¡válgame Dios y la Virgen María qué negada soy con ellas! Por eso lo agradezco tanto cuando alguien se toma la molestia de cocinarlas para mí.

He llegado a una época de mi vida en la que salir, de copas por la noche, no me apetece demasiado. Es más, si os soy sincera no me apetece nada de nada. Prefiero organizar cenas en casa (o ser invitada a la casa de mis amigos) y pasar una agradable velada riendo en compañía de un buen vino. El otro día, leí un artículo en el que se decía que un godello de la Ribeira Sacra había sido elegido como mejor blanco español en la Guía Peñín. Sí, soy de las que no puede ver un titular sobre cocina y pasar de largo sin echarle un ojo. "Hay que probarlo para verificar lo que escriben", pensé. "¿Con qué podría acompañarlo? ¡El pudin de merluza de mamá, sí! Hala, a organizar cenita en casa".

Me han propuesto que escriba la receta aquí, así que muy gustosamente os la voy a dejar. Es muy fácil, relativamente rápida y deliciosa. Yo lo hago con merluza, pero supongo se podrá cocinar con cualquier pescado fresco.

Ingredientes (para 8 personas):
- Merluza fresca (5 rodajas generosas).
- 1 cebolla (si alguien va a invitar a comer a mi hermano, este ingrediente que se abstenga de incluirlo. El tío, parece que tiene un radar para detectarla, leñe).
- Salsa de tomate (si es de la casera la cosa ya va a ser de nota. Si lo compráis, a mi parecer, la mejor salsa de tomate es la de la marca Hida).
- 4 huevos.
- 1 cuchara, de las de café, de harina.
- Pan rallado.
- Mantequilla.
- 1 ajo.
- Aceite (yo lo cocino todo con aceite virgen, ¡manías que nadie entiende! pero...) y sal.

Preparación:
Se dora un poco la merluza en una sartén (de esas que espero todos tengáis guardadas en el horno jajajajajaja...). Y se saca para un plato.
Troceo muy chiquitines la cebolla y el ajo. Los pocho en la sartén con el aceite que me haya sobrado antes; y cuando crea que están, les añado una cucharada (de café) de harina. Continúo removiendo todo hasta que vea que está tostado.
Entonces, es el momento de añadir tres cucharadas soperas de tomate (sed generosos, como si el tomate no fuera vuestro).
Le digo al pinche de cocina que me haya buscado (porque no me negaréis que cocinar con alguien más no es una de las cosas más divertidas que hay) que desmigue bien la merluza y no deje ni una espina. La colocamos en una fuente y le añadimos lo que hemos rehogado en la sartén.
Ahora, cojo uno de los huevos (si te llevas tan bien como yo con ellos, esta tarea también la puedes dejar en manos del pinche), lo bato y lo añado a la fuente. Las tres claras, de los huevos sobrantes, debemos batirlas a punto de nieve (no queráis saber cómo se me da a mí ésto) y mezclarlo con todo pero, ¡ojo, ésto es importante! sin que lo mezcléis mucho hacia la parte inferior, es decir, intentando que quede más bien desde la mitad del "mezclete" hacia arriba.
Cojo una fuente de horno, la recubro con mantequilla, la espolvoreo con pan rallado (sin ser demasiado generosos, aquí sí, pensando que el pan es nuestro jaja). Coloco todo en esta nueva fuente. Caliento el horno durante 5 minutos, lo pongo a 180ºC. Y si tienes un horno con turbo (el mío es así) en 20 minutos está hecho. Si no, a lo mejor necesita un poco más de tiempo. Podéis ir pinchado con una aguja para comprobar que no está crudo pero tampoco pasado y seco como una mojama.

¡Y ya está! Buen provecho a todos.


miércoles, 4 de octubre de 2017

Dadme tiempo, pronto vuelvo

Sé que os dije que volvería en septiembre, y una de las pocas virtudes que tengo (por no decir la única) es que todo aquello que prometo, o con lo que me comprometo, lo llevo a cabo.

Este año está siendo durillo (dos operaciones, una separación muy cercana, la muerte de una amiga, la muerte de la hermana pequeña de otra muy buena amiga, la muerte (hoy) del padre de otra amiga, han intentado entrar a robar en la clínica, he tomado la decisión de dejar un trabajo en el que tenía unos compañeros estupendos, he tenido una gran decepción de una persona al ser para ella indiferente cuando yo la aprecio muchísimo...) y una intenta no perder la sonrisa pero a veces es difícil (ahora sí, continuo despertando con una sonrisa y cantando la canción que primero me viene a la cabeza, ¡eso que no cambie nunca!). Los optimistas y las personas fuertes (como me dicen en casa que soy) a veces también necesitamos abrazos, muchas veces jaja.

A todos los que me decís a ver cuándo voy a volver a retomar el blog, dadme tiempo, no me presionéis porque es difícil escribir; y lo es, aún más, hacer reír con lo que se escribe cuando las circunstancias no te ayudan demasiado. Os prometo que voy a volver, tengo mucho que contar, pero dadme tiempo. Sed pacientes.

miércoles, 16 de agosto de 2017

Bergidum Dental cumple 2 años

Mañana, 17 de agosto, Bergidum Dental cumple dos años. Aquel caluroso día de verano abría sus puertas por primera vez. ¡Cómo pasa el tiempo! Se nos escapa sin apenas darnos cuenta de cuan valioso es.

Vuelvo la mirada hacia atrás (hacia la primavera del año 2014) y me veo gestando la idea en mi cabeza... ¡cuántos miedos, cuántos interrogantes, cuántas noches de insomnio pensando en si lanzarme al vacío o seguir en mi cómoda vida profesional... cuántos cuantos! Hoy, sé que hice lo correcto (o al menos eso creo), pues volvería a hacerlo; daría, de nuevo, cuerpo a esa locura que se me pasó por la cabeza un día de mucho estrés en la clínica en la que estaba trabajando entonces.

Durante estos dos años, no todo ha sido un camino de rosas. Hemos tenido que trabajar muy duro y, a veces, sacrificar momentos de nuestra vida personal para entregarlos a la odontología. Soy afortunada por contar con grandes profesionales, a mi lado, que decidieron formar parte de esta locura junto a mí. La perseverancia, entrega, formación, esfuerzo y honestidad han destacado en nosotros, permitiendo que esta aventura haya tomado forma y, espero, continúe su camino a lo largo de los años.

Sólo me resta dar las gracias a todos esos pacientes que han hecho posible que la clínica mañana esté de cumpleaños, pues ellos son los verdaderos impulsores de Bergidum Dental y, como siempre les digo, los grandes protagonistas de mi vida profesional. Sin ellos, sin sus sonrisas, sin su confianza en nosotros, sin su paciencia, nada de ésto habría sido posible.

Alzo mi copa, ¡brindemos juntos!






martes, 1 de agosto de 2017

Para él

Ya es 2 de agosto, tu día y uno de los días más tristes de mi vida aquel martes del 2011. Como cada año, iré a llevarte un ramo de margaritas. ¿Te acuerdas cuando las cogías del suelo para dármelas? Eres el culpable de que sea mi flor preferida. ¡Cuánto te quise, cuánto te quiero! ¡Cuánto me quisiste, cuánto me quieres!

Lo nuestro fue amor a primera vista. Yo, una bebé que apenas podía ponerse en pie; tú, un (como dirían ahora) cuarentón presumido donde los haya. ¿Cómo no iba a decirte adiós, cada mañana desde mi cuna, si estaba deseando que me guiñaras un ojo desde la calle y me echaras una sonrisa? El ritual de cada día, mis padres tenían que acercarme a la ventana para que pudiera dar los buenos días a mi vecino Ángel o lloraría sin parar. Tampoco era para tanto, ¿no? Sólo quería mi guiño y mi sonrisa del primer hombre que sin ser sangre de mi sangre había robado mi corazón con tan solo 8 meses de vida.

Fui creciendo y mi cariño y amor incondicional, hacia ti, conmigo. Me encanta cuando tus nietos preguntan a tu hija: "¿Qué Sara? ¿La de abuelo?", para saber de quién se está hablando. Siempre vamos a ser Sara la de Ángel y Ángel el de Sara. Siempre vamos a ser nuestros, siempre.

¿Qué me dices de los lugares bonitos a los que fuimos con tu Citroen CX? Lo arrancabas y subía, levitaba, ¡era magia! (qué tierna con mi inocencia, tenías un coche mágico). Viajabas por todo el Bierzo para escribir reportajes y artículos sobre lo acontecido en esta comarca, la noticia no esperaba y el periódico tenía que publicarse cada día, ¡qué generoso eras dejándome que te acompañara siempre que se me antojaba! Recuerdo tus papeles, tus libretas con anotaciones (todavía conservo alguna de las que me regalaste para que yo también pudiera escribir lo que veía y escuchaba). "Tienes que estar atenta y no perder detalle, a lo mejor yo me despisto y luego tendrás que informarme", me decías.

Cinco largos e intensos años de vivencias llenas de anécdotas (es bonito recordarlas contigo cuando voy a visitarte al cementerio), hasta que partí hacia tierras mediterráneas. Cumplías todos mis caprichos y me regañabas cuando creías que debías hacerlo. Eras mi ángel de la guarda terrenal (nunca pensé que te convertirías tan pronto en mi Ángel de la Guarda de verdad. ¡Eras tan joven! ¡Te quedaba tanto por vivir!).

Te fuiste aquel día de agosto, pero una parte de ti se quedó en mi corazón, sigue aquí conmigo y no te la devolveré hasta que (espero dentro de muchos años jajaja...) pueda volver a verte y abrazarte tan fuerte como lo hacía de niña, de adolescente y de joven.

Mañana no voy a estar triste, no, tú querrías que sonriera y eso es lo que voy a hacer. Te llevaré margaritas, hablaré un rato contigo y te guiñaré un ojo sonriendo como me lo hacías tú a mí, cada mañana, cuando te decía adiós desde mi cuna.



viernes, 14 de julio de 2017

No es un adiós, es un hasta pronto.

No quiero que ésto sea una despedida, sólo un hasta pronto. En más de una ocasión os he dicho que lo más valioso en la vida es el tiempo, durante los dos próximos meses voy a tener cerca a mi familia, y amigos a los que sólo veo en esta época del año, por lo tanto, si soy consecuente con mis palabras me debo a ellos en cuerpo y alma. A vosotros, os sigo escribiendo (y espero que sigáis leyéndome) a la vuelta, ¿vale?

¡Nos leemos en septiembre! Espero que desconectéis, sonriáis, disfrutéis, descanséis, bailéis, corráis, nadéis, "bicicleteéis", leáis, viajéis, durmáis siestas de esas que hasta se babea... (y un largo etcétera). Hacedme el favor de ser felices, que nos sobran motivos para ello, seguro.




lunes, 3 de julio de 2017

Hace seis meses a estas horas...

3 de julio del año 2017, hoy, hace 6 meses que la torpeza que me caracteriza hiciera que en estos momentos estuviera dentro de un quirófano (riéndome y hablando con el personal que me estaba operando; supongo que lo primero por el chute de anestésicos y demás liquiditos y, lo segundo, porque no estoy callada ni cuando duermo). Si me detengo a hacer balance de lo ocurrido durante este medio año, he de deciros que no hay mal que por bien no venga pues, colocando en una balanza lo bueno y lo malo, llego a las siguientes conclusiones, primero las malas y luego las buenas:

MALAS:
- No he vuelto a ponerme las bragas que llevaba aquel día, porque tienen una Mafalda que dice "Apenas uno pone los pies en la Tierra se acaba la diversión", y la enfermera me dijo mientras me preparaban para ir al quirófano: "¡Vaya con Mafalda, parece que te estaba avisando! jajaja..."
- Tuve que pasar por dos operaciones y, la segunda, en contra de todo pronóstico (pues iba a ser algo muy sencillito) fue bastante peor que la primera (a mi parecer, que fui la que la sufrí), no se la deseo a nadie.
- Sigo sin tener fuerza en la mano, de hecho, ayer intenté abrir la puerta, del portal de mi casa, y no pude, tuve que cambiar de mano al tiempo que sentí unas ganas tremendas de llorar por la impotencia que me produjo la situación.
- El 3 de enero, era el cumpleaños de mi madre y tuvo que pasar la noche conmigo en un hospital, en vez de estar todos reunidos en casa cantando el "cumpleaños feliz".

BUENAS:
- He comenzado a escribir este blog, que me consta ha servido para robar sonrisas (incluso carcajadas) a alguno de vosotros, sólo por eso ya ha merecido la pena haber sido "alcayata woman" durante un tiempo.
- He tenido a mis padres en casa durante 4 meses (no recordaba la última vez que había disfrutado tanto de su compañía).
- He aprendido a tomarme la vida con más tranquilidad y no ser la polvorilla de siempre, de hecho, si caminas más despacio y observas a la gente con la que te cruzas, disfrutas de muchísimas historias que, antes, me hubieran pasado desapercibidas.
- He aprendido a delegar, cosa que me costaba Dios y ayuda. Y a darme cuenta de que no soy en absoluto imprescindible. La clínica ha funcionado perfectamente sin mí.
- He dedicado tiempo a las personas que quiero, ellas saben que intento sacarlo de donde sea (aunque esté cansada) para dárselo, pero durante estos meses ha sido mucho más fácil compartir ratos de risas con ellas.
- He conocido a gente fantástica en rehabilitación, "las ninja" han hecho que los dolores estuvieran camuflados entre risas, personas fabulosas que de no haberme roto la muñeca nunca hubiera conocido, cada una de nuestra madre, y nuestro padre, pero que tuvimos química desde el minuto uno.
- Me he dado cuenta de que la gente me quiere, mis amigos (aunque los tenga lejos) me quieren, porque me lo han demostrado. Y los que están aquí, no se han podido portar mejor. Ahora, vais a permitirme que mencione especialmente a uno (espero que nadie se me ofenda) pero Pep ha sido el que se ha llevado la peor parte, el que me ha llamado día sí y día también (a pesar de estar a muchos cientos de kilómetros y de hacer años que no nos vemos), al que le he llorado y el que me ha hecho reír mientras me resbalaban lágrimas de impotencia, por las mejillas, en esos días que veía que la muñeca no avanzaba y me desesperaba.
- Tengo una cicatriz de guerra más, y es bonita, en serio, me ha quedado mona. Además, ella y otra cicatriz que vengo observando desde hace unos meses en brazo ajeno (y el miércoles pasado, por fin, supe cómo se la hizo) me han inspirado para escribir microcuentos que, tal vez, algún día en un arrebato de egocentrismo os enseñe por aquí.

Conclusión, lo bueno gana a lo malo, el balance no puede ser más que positivo, mucho.


martes, 27 de junio de 2017

Los maestros, esos ángeles...

Esta mañana, mi madre (maestra por vocación), me ha enviado un whatsapp en el que se habla sobre los docentes. Y muy bien, por cierto. Se acerca el 30 de junio y la frase reina de la temporada es tal que: "Los maestros sí que viven bien, sí. Dos meses de vacaciones y, total, sólo trabajan por las mañanas y no madrugan".
Voy a abstenerme de escribir lo que pienso sobre este tipo de comentarios porque, como ya sabéis, en este blog no aparecen "palabrotas" y me iba a despachar a gusto. Pero bueno, si alguno de vosotros sois de los que opina así, me siento en la obligación de deciros que este es el momento para hacer la matrícula en Magisterio y, ¡hala!, ya me contaréis en unos años a ver cómo os va la experiencia.

¿Os he comentado alguna vez que soy hija de maestros? Pues así es, soy hija de maestros, y es algo de lo que estoy muy orgullosa porque siempre me ha parecido una de las profesiones más complicadas que hay (bueno, la docencia en general). Y que nadie se me enfade, ya sé que cada una tiene su cara bonita y su cara fea pero, la sociedad en la que vivimos, ¿es realmente consciente de la labor que desarrolla un docente? ¿Se da cuenta de la responsabilidad que tienen esas personas? Decidme una sola profesión en la que se influya tanto, como en la de magisterio, sobre el futuro de una persona (y no vale la de médico, que ya sé que un buen o mal diagnóstico puede salvarte o matarte).

Son ellos (la seño, el profe) los que nos enseñan a leer, a escribir, a razonar, a ser creativos, a compartir, a respetar, a sacar lo mejor de nosotros, a controlar nuestros impulsos, a destacar en esa aptitud que parece que sólo ellos saben ver nada más conocernos un poquito; son ellos los que detectan si algo falla y ponen todos los recursos, de los que disponen (incluso se inventan alguno si es necesario), en funcionamiento para solucionar el problema detectado. En fin, son esos ángeles que nos guían de la mano durante los primeros años de nuestra vida construyendo unos sólidos cimientos sobre los que, más tarde, terminaremos de formarnos como personas. Preguntad a cualquier niño, entre 3 y 10 años, a ver a qué cole va y cómo se llama su "seño", os puedo asegurar que el 80% de ellos os van a contestar con una sonrisa en la cara, porque pensar en esa persona (su ángel durante ese curso) les traslada a momentos de felicidad.

Yo, si soy lo que soy y como soy, de acuerdo que se lo debo a mis padres por la educación que me dieron en casa pero, mis maestros aportaron mucho, mucho, muchísimo a ese desarrollo para convertirme en esta persona que os escribe, os lo garantizo. Y a vosotros, ¿no os ha pasado lo mismo?

miércoles, 21 de junio de 2017

Sin que sirva de precedente, ahí van unos consejos para combatir el calor

Sí, ya lo sé, ya sé que estáis hartos de oír hablar del calor, de las altas temperaturas, del cambio climático, bla, bla, bla... y, para ser sincera, en ningún momento se me pasó por la cabeza escribir en este blog sobre el tema, pero últimamente, el personal me está dando algún que otro susto (que prefiero ahorrarme) así que voy a escribir unos consejos, que probablemente todos conocéis, pero no está de más recordar.

- Bebed agua en abundancia, ya sé que lo más apetecible es una caña bien fresquita (o un vinito blanco recién sacado de la nevera, en mi caso), pero, por favor, bebamos agua, hidratémonos con agua. El alcohol provoca que perdamos más líquidos corporales cuando lo que buscamos es todo lo contrario.

- Evitad tomar cafeína (sí, soy consciente de lo que acabo de escribir, pero ¿qué queréis? "consejos te daré que para mí no tendré", aunque en mi defensa os comentaré que he reducido la toma de café de 6 a 2, más no me pidáis porque entonces os muerdo). Agua, bebed agua.

- Si os gusta hacer deporte, madrugad y realizarlo temprano (temprano, tempranísimo). A primera hora es lo ideal (6:30h o 7:00h). Y aprovecho este punto para declararme fan incondicional de los que me hagáis caso en ésto, ¡ole vosotros!

- Evitad las comidas copiosas y con mucha grasa. Lo más apetecible en estos días son las frutas y verduras, ¿no os parece? Podemos aprovechar para ser creativos en la cocina inventando nuevas recetas de ensaladas. Sobra deciros que la lombarda, aún siendo verdura, no es un alimento nada saludable para la humanidad, ni ahora ni nunca. Repetid conmigo, ¡no a la lombarda! ¡Por un mundo sin lombardas!

- Mantened bajadas las persianas de casa durante las horas de sol, ya las subiréis y ventilaréis el hogar, por la noche, cuando parece que se intuye un poco de aire fresco.

- Usad crema protectora (cada uno la que crea conveniente, pero a mi parecer nunca debería ser menor al factor de protección 30). Estamos muy equivocados con este tema, protegerse ayuda a que el bronceado permanezca durante más tiempo, a pesar de lo que mucha gente opina (entre ella, mis amigas, es la eterna guerra que libro cada año con ellas y en la que no me doy, ni me daré, por vencida).

- Evitad la exposición al sol en las horas centrales del día (de 11h. a 17h.), no me negaréis que vuestros cuerpos no agradecen la sombra de un árbol, sombrilla, toldo... en esas horas de más calor.

- Ojo con el aire acondicionado y los cambios bruscos de temperatura, debemos ir pasando progresivamente de un extremo al otro, a menos que queramos salir de un bar en el que estamos tomando algo con unas amigas y nos caigamos redondas dando un susto tremendo a los espectadores de la función.

- Poneos ropa ligera y de colores claros. A poder ser que nos quede sueltita. Y no olvidemos los complementos tan monos que hay ahora, y se deben convertir en nuestros amigos inseparables, gorros, pañuelos para el pelo, gafas de sol...

- Si vuestra abuela tiene un jardín en su casa, repleto de flores variadas, y os deja a su cuidado durante dos meses, regadlo al anochecer, ya veréis lo contenta que se pone cuando regrese a su casa y vea lo hermosas que están esas hortensias, esos rosales y esos yo qué sé cómo se llaman (a mí preguntadme por las margaritas). Y si no os gusta la jardinería, regádselo al mediodía (que es cuando tenéis tiempo) así le quemaréis todas y cada una de las plantas de ese jardín, pasarán años hasta que vuelva a confiaros esa tarea y, al menos, os desentenderéis de las flores durante unos años.

Bebed agua y más agua y más agua, por favor. Hacedme caso, en serio, no cuesta nada y es por nuestro bien. ¡¡BEBED AGUA!!


lunes, 12 de junio de 2017

Sorbos de realidad bla, bla, bla...

Hace dos meses, rellené estos bocadillos de la imagen y los puse en mi estado del whatsapp. Entonces (al igual que hoy), necesitaba unos sorbos de realidad, y qué mejor modo de metérmelos en mi cabecita que escribiéndolos. Tuvo mucho éxito, al parecer, somos muchos los que necesitamos un zarandeo de vez en cuando para recordarnos que el tiempo no se le debiera regalar a cualquiera, si ese cualquiera no nos dedica ni un segundo del suyo. ¿Por qué nos valoramos tan poco, a veces?

Y es que la realidad es bien sencilla, ¿no os parece? Otra cosa diferente es que no queramos entenderla porque duele y sea más cómodo hacerse los tontos. Cuando hay interés y se quiere, se hará todo lo posible por poder (yo lo he hecho, más veces de las que debiera, pero bueno, tampoco voy a torturarme por aquello porque si en aquel momento decidí regalar mi tiempo es porque estaba convencida de que hacía lo correcto), lo demás, excusas. Es así, nos guste o no. Que supongo no nos gustará.

Decidme, ¿hay algo más valioso que el tiempo? No, ¿verdad? Entonces, ¿por qué nos empeñamos en malgastarlo en el lugar equivocado y con las personas equivocadas? Mirad que la vida se pasa en un suspiro y cuando queramos darnos cuenta, aquellas personas a las que no prestábamos atención porque estábamos convencidos de que las teníamos se habrán marchado y, será demasiado tarde para recuperar el tiempo que (por idiotas) perdimos con quien no debimos.



viernes, 9 de junio de 2017

Hoy he aprendido la diferencia entre ostia y hostia

Nota antes de comenzar y que nada tiene que ver con el post pero tengo que pregonarlo a los cuatro vientos: Hoy he comido lombarda, sí, sí, lo que leéis... HOY HE COMIDO LOMBARDA. Y si os lo preguntáis, no, no ha sido una experiencia grata. Una y no más.

Si seguís esta tontuna mía de escribir un blog (cosa que empezó como entretenimiento para que mi baja se hiciera un poco más amena pero, no sé cómo ni cómo no, aquello ya pasó y aquí sigo) sabréis que nunca (bueno, casi nunca) escribo palabras malsonantes. Hoy, haremos una excepción, pues he aprendido la diferencia entre "ostia" y "hostia".

Vosotros, ¿cuándo utilizáis una u otra? Yo, siempre me he referido a "hostia" como la hostia consagrada, y a "ostia" como golpe. Pero resulta que esta mañana, mientras comía con mi amiga Naty, hemos tenido la siguiente conversación:
- He comido lombarda, ¡ésto es la ostia!
- ¿Esa hostia cómo es? ¿con "h" o sin "h"?
- Sin "h", con "h" solo es la hostia consagrada.
- Pues no, Sarita, vos estás equivocada y te lo voy a demostrar.

Dos minutos más tarde, me estaba mostrando con su móvil lo siguiente:
"Habitualmente se puede encontrar la palabra 'ostia' escrita con el significado vulgar y malsonante de "golpe, trastazo o bofetada" o acompañado de 'mala' para denotar intenciones negativas. Sin embargo, estos usos están mal escritos, pues el término 'ostia' (sin la h-) es únicamente un sinónimo del molusco "ostra".
Por lo tanto, esta famosa y habitual expresión malsonante comparte la forma 'hostia' con su significado original, que según la RAE no es otro que el de "hoja redonda y delgada de pan ácimo, que se consagra en la misa y con la que se comulga". En consecuencia, siempre que no estemos haciendo referencia al citado animal marino deberemos utilizar la palabra 'hostia'."
Por lo tanto, hoy he aprendido que si algún día estoy embarazada y se me antojan OSTIAS, más vale que me las coma todas, aunque al verlas me muera del asco, si no quiero que la persona que haya tenido que salir de casa para cumplirme el caprichito tenga que reprimir las ganas de darme una HOSTIA al escuchar cómo le digo que ya no me apetece comer OSTIAS porque están vivas y a lo mejor al bebé le sientan como una HOSTIA.



viernes, 26 de mayo de 2017

Hoteles con encanto y resplandor en la noche

Hoy, tenía una reunión en León, no sé si importante o no (supongo que sí). Pero no he asistido porque la climatología, y la sensatez de mi amiga Teresa (gran odontóloga, por cierto) y la mía propia, nos ha hecho dar la vuelta, a la mitad del camino, después de estar 30 minutos conduciendo bajo una tormenta de granizo. Pero no es de ésto de lo que os voy a hablar, no. Os voy a contar lo que nos pasó a unas amigas y a mí en otra ocasión que nos sorprendió una fuerte tormenta.

Habíamos ido a Vigo, a un curso de odontología que se impartía viernes y sábado, pero se estaba tan fabulosamente allí que decidimos pasar el fin de semana por la costa gallega, era primavera si no recuerdo mal. Al finalizarlo, buscamos hotel (porque sólo habíamos reservado para una noche) en algún pueblecito costero y allá que nos fuimos las tres. Cuando faltaba "poco" para llegar, nos sorprendió una tormenta que sabe Dios de dónde vino porque aquello era inexplicable, 10 minutos antes el sol brillaba hasta deslumbrar. No conocíamos la carretera, así que decidimos que anularíamos la reserva que habíamos hecho unas horas antes, en cuanto viésemos un hotel y nos pudiéramos quedar en él. Casualidades de la vida, el primero que vimos estaba a tan sólo 4 kilómetros y era en el que teníamos la reserva hecha.

La entrada era como un camino de piedra y ésto ya nos llamó la atención, pero bueno, pensamos que a lo mejor formaba parte del encanto del lugar. Nos adentramos y se subió una barrera que, al pasarla, lo que había detrás te llevaba a una especie de garaje (aquí ya nos entró la risa a las tres, ninguna de nosotras había estado antes en un lugar de éstos, pero todas sabíamos dónde nos estábamos metiendo). Los comentarios fueron tal que así:
"Pero tía, ¿dónde nos has metido? jajajaja" (a ver si adivináis quién había hecho la reserva. ¡Exacto! aquí la menda lerenda). "Ahora, sólo falta que nos encontremos a algún paciente y nos vea a las tres juntas..." "No te preocupes, aquí no te va a ver nadie, y tú tampoco, o sea que puedes estar tranquila..."
Llegamos a la habitación y, aunque la reserva estaba hecha para tres personas, allí sólo vimos una cama, ¡gigante! eso sí. Las paredes y el techo, eran unos espejos que teníais que verlos, me río yo de la galería de los espejos en el Palacio de Versalles jajaja. Pero lo que nos hizo ya entrar en un estado de carcajada enfermiza, fue ver el kit que nos habían dejado al lado de la cama.

Y así fue cómo pasé la noche en una de estas habitaciones (junto a dos de las personas que más aprecio en este mundo), comiendo gusanitos y galletitas saladas que llevábamos en el bolso (porque nuestra idea era cenar en el restaurante del hotel, pero claro, éste era inexistente) y chupar profilácticos de sabores a fruta como postre no nos parecía muy buena idea jajaja...

Creo que ha sido una de las noches que más me he reído a lo largo de toda mi vida, a pesar de que en la calle había una tormenta tremenda con unos relámpagos que me daban pánico. Así que, si alguna vez queréis pasar unos días por la costa gallega (cosa que os recomiendo) haced el favor de informaros bien del lugar en el que vais a pasar la noche...

martes, 16 de mayo de 2017

¡Cuéntame un cuento!

Esta noche, os voy a contar un cuento antes de ir a dormir. No lo he empezado yo (bueno, un poco sí, pero poco) por eso el principio lo entrecomillo, el resto, pura invención mía (no echéis la culpa a nadie más) jajaja... A ver qué sale. Esto me recuerda a mi infancia, cuando mi madre se inventaba cada día un cuento para mí.

"Había una vez una princesa... Rubia, con rizos, con una amplia y sincera sonrisa... Muy, muy testaruda, que le gustaba jugar bajo la lluvia... Jugaba a que los hilos de lluvia que caían sobre ella y a su alrededor, la hacían invisible para los demás y podía ir y venir sin ser vista..."
Y no sólo jugaba, sino que aquel poder mágico de la invisibilidad era real y la invitaba a ser más traviesa de lo normal. En palacio no alcanzaban a comprender por qué en los días de lluvia volaban las lombardas en el jardín, cual balones de fútbol se tratara, teniendo como objetivo cruzar el arcoiris y desaparecer para siempre.
Una mañana, llegó un apuesto caballero notificando que el príncipe del reino contiguo quería desposarse. Y que toda joven interesada en contraer matrimonio con él debía superar una prueba. Esta, consistía en cocinar un huevo frito, con puntilla pero sin estar pasado y en el que poder mojar pan pero sin moquillo, que luego habría de comer la abuelastra del príncipe para dar su bendición a la que sería su nueva nieta.
Emma (vamos a llamar así a la princesa, que este nombre es de mis preferidos) se puso muy nerviosa, no por tener que cocinar, sino porque estaba enamorada de ese joven desde el primer día que lo había visto y, aunque ella no quería casarse (pues si lo hacía perdería el poder de ser invisible bajo la lluvia), le entristecía mucho que él pudiera hacerlo con otra muchacha.
Pensó durante horas y horas, hasta que decidió anteponer el amor a su deseo de hacer desaparecer todas las lombardas del mundo.
Cómo conseguir superar la prueba y ser la elegida era ahora su preocupación. En palacio no se cocinaban huevos fritos desde que, en una ocasión, a la cocinera le había desaparecido uno por obra de arte mientras lo tenía en la sartén. Eran cosas del demonio, decían.
¡Ya lo tenía! Como era invierno y llovía sin parar, el día de su cita con la abuelastra, iría a visitar a su profesor de clarinete, que al contrario que ellos sólo se alimentaba de huevos fritos, y en un descuido le robaría ese huevo perfecto (pues al comer sólo eso, le llamaban el maestro huevero porque preparaba los mejores huevos fritos del reino) haciendo uso de su poder mágico de desaparecer bajo la lluvia.
Todo transcurrió según lo planeado y fue la elegida, pero algo dentro de su corazoncito le remordía por haber hecho trampas mientras las otras bellas damas habían jugado limpio. Y una noche de lluvia, añorando un poco su vida de magia, confesó a su esposo lo ocurrido. El príncipe se disgustó mucho, pues su seña de identidad era la honestidad, y aunque ella hubiera confesado y él estuviera feliz por la decisión que había tomado su abuelastra (el enamoramiento a primera vista de la princesa había sido algo recíproco), debía pagar por lo que había hecho.

(¿TODAVÍA SEGUÍS AQUÍ? YA TENÉIS VALOR JAJAJAJAJA... CON LA BAZOFIA DE CUENTO QUE ME ESTÁ SALIENDO. MENOS MAL QUE NO TENGO HIJOS A LOS QUE CONTÁRSELOS, SI NO, MEDIO SUELDO LO GASTARÍA EN PSICÓLOGOS PARA QUITARLES TRAUMAS INFANTILES. PERO BUENO, AHORA, QUEDAOS YA HASTA EL FINAL, ¿NO?)

Pensaron y pensaron y pensaron cómo podría pagar por su acto deshonesto y, al mismo tiempo, en vez de un castigo ese precio fuera una lección. Hasta que decidieron que, a partir de aquel mes, una vez a la semana se comería lombarda en palacio y sería la joven princesa quien la cocinaría para todos.
Y fue de este modo como Emma aprendió a cocinar esta verdura de mil maneras, y comenzó a comer lombarda... ¡por amor!

viernes, 12 de mayo de 2017

Ocho tullidos huyendo de llamas imaginarias.

En más de una ocasión os he hablado de mis compañeros de rehabilitación (la pandilla de tullidos que después de compartir dos horas al día, durante unos cuantos meses, ya los considero amigos). Coincidimos los 8 (vamos a llamarlos por sus iniciales A, L, P, E, J, T y R; bueno, no, a R vamos a llamarle Richard mejor) a las mismas horas y, vale que sufrimos porque si estamos allí es por algo, pero el dolor físico se olvida cuando entre los chistes de uno y los comentarios de otro lloramos de la risa. La fisioterapeuta que nos trata (vamos a llamarle N) es muy buena, y a los hechos me remito (sólo hay que ver cómo entramos y cómo estamos ahora) y el estudiante en prácticas que la acompaña, también (a él vamos a llamarle D).

Esta mañana, a las 12:40 h. ha sonado la alarma de incendios y una luz roja ha comenzado a destellar en la pared como una cosa loca. "¡Simulacro de incendio!" ha gritado N mientras entraba en la cabina de T para quitarle el "chupón" (así bautizó L al ultrasonidos) y dejar que se vistiera. "Tú, D, tienes que simular el fuego. Vas a ser las llamas, o sea que muévete hacia nosotros como si nos intentaras quemar" le ha dicho N al pobre chico. "Esto ye una broma, ¿no? Me estás vacilando" (a ver si adivináis de dónde es D. ¡Exacto! es un asturianín muy majete). El caso es que mientras A, se quitaba las poleas (con la ayuda de D, que aún no quemaba jajaja); L, se despegaba los electrodos y buscaba sus pantalones a la pata coja, porque a ella el incendio la pilló en bragas literalmente hablando; E y J, sacaban los brazos de la cubitera y la lavadora (así es como bauticé yo a las magneto) y Richard y yo, nos quitábamos como podíamos la parafina; D, muy obediente ha comenzado a hacer aspavientos como si fuera fuego enfurecido. Lástima no haber tenido Periscope, porque de veras os digo que lo hubiera puesto a funcionar como que me llamo Sara.

N, ha echado de menos a P. "¿Dónde está P?" nos ha preguntado. "Salió al baño, dijo que venía ahora" comentó E; "Ésta se nos quema, adiós P, a ver quién me va a llamar Richard a mí ahora" dijo Richard. N, nos ordenó que fuéramos saliendo por la puerta de emergencias y nos encamináramos al kiosco, que hay a la vuelta, mientras ella iba a buscar a P. Si veis a D ir detrás, haciendo esos aspavientos que hacía, os digo que le proponéis entrar en el grupo de teatro de la universidad. Unos estábamos mancos y los otros cojos, pero la cura de risa que estábamos haciendo no lo paga ni un cheque en blanco.

A los dos minutos, cuando ya estábamos todos en el punto de encuentro (con el resto de personal que trabaja en la clínica), aparecieron P, N y D riendo a no poder más. Y es que a P la alerta de fuego la pilló en el WC, y se puso tan nerviosa que al salir se le cayó el bolso dentro del lavabo (que funciona por sensor) y el resto de la escena os la podéis imaginar, ¿no? Venían "el fuego", "la salvadora" y P juntos, dejando un reguero de agua a su paso (porque no veáis lo que era ese bolso piscinero) y cuando llegan a nosotros me pregunta A: "¿Qué le pasa a P en el pecho? Mira, tío, le falta una teta". "Se la habrá quemado D" le contesté y empezamos a reír las dos.

Cuando estábamos entrando al gimnasio de nuevo, vemos que D se agacha a coger una hombrera del suelo y nos pregunta a todos: "¿De quién ye ésto? a alguien se le cayó al salir" y P con ese salero que la caracteriza y con el bolso en la mano pingándole agua, suelta: "¡Mi teta, es mi teta! ¿No veis que soy plana? siempre llevo dos hombreras de relleno".

Así que, cómo no voy a tener aprecio a esta panda de tullidos, si gracias a ellos el dolor que me producen los masajes y los ejercicios se camuflan entre lágrimas de risa. El de hoy, ha ido por todos vosotros, compañeros.

miércoles, 10 de mayo de 2017

Sin que sirva de precedente, hablemos de odontología

Son varias las personas que me han dicho: "Sara, ¿por qué no escribes en tu blog algún consejo sobre odontología?" A lo que siempre he contestado: "No puedo, es un blog de sarasclepiadas, y con la odontología no se juega, ese es un tema serio, ¿cómo dar consejos en tono de humor?" Hoy, alguien a quien no conozco personalmente, pero aprecio muchísimo, me lo ha propuesto y, ¡aquí estoy! va por ti, a ver qué sale. Pero una y no más, ¿eh? Que este es mi patio de recreo para desconectar de los dientes.

- ¿Utilizáis palillos ("escarbadientes" o "mondadientes" que le llaman en mis pueblos)? Los palillos son Satanás hecho madera, no los uséis, por favor, ¡nunca! Como sustituto existen cepillos interproximales o interdentales, que van fenomenal para quitar los restos que quedan entre los dientes y, en cualquier farmacia, los encontráis de forma fácil.

- ¿Qué tener en casa, un cepillo manual o un cepillo eléctrico? Al gusto del consumidor. Yo, personalmente, prefiero los manuales. Un cepillo manual medio, si se utiliza con una técnica correcta es más que suficiente. Os desaconsejaría los blandos porque tienen unas cerdas tan suaves que apenas pueden arrastrar los restos y, los duros, por todo lo contrario. Además, para limpiar la lengua (porque doy por hecho que os limpiáis la lengua, ¿no?) el cepillo medio manual es el ideal. Debéis sacar la lengua todo lo que podáis, tensar el músculo para que no os provoque nauseas lo que vais a hacer y deslizar el cepillo desde detrás hacia delante (varias veces) presionando pero sin lastimaros. Si no lo hacíais, ¡hacedlo! cuando os den un beso (de los de verdad) os lo van a agradecer, ya veréis.

- ¿Qué pasta de dientes es la mejor? Al gusto del consumidor, siempre y cuando no sean blanqueadoras (si quieres blanquear tus dientes, visita al dentista y que sea él/ella, el que decida si debes o no debes llevar a cabo un tratamiento de este tipo, porque no siempre está indicado y luego vienen los problemas de sensibilidad y demás; y me estoy arriesgando a que se me tiren al cuello por decir ésto) y, siempre y cuando, el dentista no te haya diagnosticado algún tipo de patología que precise el uso de un dentífrico específico. La pasta de dientes, el único fin que tiene es hacer agradable el cepillado. Cualquier pasta con fluoruro te va a ir bien. ¡Ah! y no hagáis como en los anuncios que en tres veces se ventilan el tubo, con una cantidad de dentífrico igual a un guisante, es más que suficiente, no es necesario hacer la fiesta de la espuma.

- Debemos cepillarnos los dientes después de cada comida, al menos, tres veces al día. Pero no lo hagáis inmediatamente después de comer, esperad 10 o 15 minutos, más o menos, y en el supuesto de que por el motivo que sea hayáis vomitado (ya sé que no os va a gustar lo que voy a decir porque la sensación que queda es desagradable) esperad entre 20 y 30 minutos, para que el ácido de ese vómito no dañe el esmalte del diente. También entiendo que si comes algo entre horas no saques el cepillo, pero después de las tres comidas principales sí debemos hacerlo. Y la más importante es la de la noche. Nunca, nunca, nunca, debemos irnos a dormir sin cepillarnos los dientes antes ¿de acuerdo? ¡Nunca! Me da igual quién os esté esperando en la cama,no im-por-ta. Ahora repetid conmigo: "¡No, sin mis dientes limpios!"

- Tengo empastes de amalgama de plata, ¿debo quitármelos? No, ¿por qué? ¿Por qué vas a cambiarlos por otro material si  no te han dado ningún problema y no están filtrados? Otra cosa diferente es que estén muy deteriorados, pero si no, ¿para qué tocarlos? Para que empecéis con sensibilidad en esa muela, que es lo que ocurre en alguna ocasión al realizar estos cambios.

- Los que tengáis niños cerca (que estén cambiando ahora los "dientes de leche" por los definitivos), no penséis que se os viene el mundo encima cuando veáis que los dos incisivos centrales de abajo le salen unos milímetros hacia atrás (hacia la lengua), tiene su lógica, ese diente ya va a estar en la boca toda la vida y el tamaño es más grande que el "de leche", no cabe ahí, de momento. Cuando se le hayan caído los cuatro incisivos ya se moverán hacia delante para ocupar su lugar. (Y con ésto, no quiero decir que en el futuro no vaya a haber un apiñamiento; pero que no se quedan en mitad de la boca, como he visto yo algunos cuando empiezan a salir, os lo garantizo).

- ¿A qué edad se debe empezar a cepillar los dientes un niño? E, ¿ir al dentista por primera vez? Mientras son bebés, los papis deben limpiarle la boca con una gasa para evitar que le salgan hongos y demás. Con el cepillo se debe comenzar cuando empiezan a aparecer los dientes (un cepillo especial para bebés y con cuidado ¡nunca con dentífrico!). A los tres años, es la edad ideal para hacer la primera visita al dentista y aquí ya puede cepillarse el niño solo y con un poco de pasta de dientes (siempre bajo la supervisión de los papis, claro)

- ¿Habéis visto a Julia Roberts en Pretty Woman? No sale de casa sin su hilo dental, ¡imitémosla! Pero sólo en ésto, ¿eh? Dios me libre de querer llevar a nadie por el camino de los lupanares. Utilizad la seda, hilo, cinta (no importa cuál) dental (siempre con cera porque si no se os deshilachará y la vais a preparar gorda jaja...) Si no sabéis hacerlo correctamente, decidle a vuestro dentista que os enseñe, seguro que lo hará encantado.

- Los piercing en la boca (ya sea en labios, lengua o frenillos) son otro instrumento del demonio. Rompen dientes, crean retracciones de encías, provocan úlceras, acumulan sarro y dan halitosis... Si tenéis alguno, fuera con él, de verdad, hacedme caso. En el futuro vuestra salud bucal os lo va a agradecer.

Y como dije al principio una y no más, porque a este patio de recreo se viene a reir, para ponernos con temas serios ya están las horas que paso metida en la clínica, de lunes a viernes.
Espero no haberos aburrido mucho, enseñaros algo nuevo y animaros a coger cita con vuestro dentista. Los que vivís en El Bierzo, me tenéis cerca, estaré encantada de haceros una revisión y explicaros cualquier duda que tengáis (pero en la clínica). Y, los que hagáis el Camino de Santiago, sabed que a su paso por Ponferrada pasáis por delante de mi clínica, Bergidum Dental, ¡entrad a decirme hola y os regalaré un bombón para que repongáis fuerza en la peregrinación! que siempre tengo chocolate para las visitas inesperadas.

sábado, 6 de mayo de 2017

Cuando crees que vives sola, pero no.

¿Vosotros sois de los que apagáis el piloto rojo de la televisión o lo dejáis encendido? (después de leer "piloto rojo" y "televisión" ya tenéis una idea más clara de mis conocimientos sobre tecnología). Pero no nos desviemos del tema que nos va a ocupar hoy. Yo, soy de las que apaga ese piloto (las pocas ocasiones en las que enciendo ese cachibache que ocupa media pared de mi salón), pero anoche debía estar tan inmersa en mi lectura de microcuentos que ni siquiera fui consciente de que había encendido la TV mientras cenaba, y se quedó luciendo.

Esta mañana, justo antes de salir de casa he colocado el mando de la TV en su lugar y, ¡a la calle paraguas en mano!
Cuando he vuelto al mediodía, he metido la llave en la cerradura, he abierto la puerta y, me he quedado paralizada porque alguien estaba hablando dentro. Durante 5 segundos mi cerebro ha ido a mil por hora diciéndome: "Tranquila, es el vecino, estarán las niñas que es fin de semana" "Joder (sí, ya sé que en este blog no se escriben palabras mal sonantes pero eso se lo explicáis a mi cerebro), que no, que es en casa" "¿Qué hago?" "Que hay gente en casa, ¡joder, joder, joder!". Y, ¿veis las películas cuando el protagonista oye ruido y tú desde el sofá dices: "Pero sal corriendo, hombre, que te van a matar"? pues yo, igual de lela que el actor de turno, pasillo adelante con el paraguas en la mano porque era mi arma de defensa. A mitad de camino, he reculado y he vuelto a la entrada para dejar la puerta de par en par por si tenía que salir corriendo (sí, ya sé que no es lo más inteligente pero es muy fácil opinar cuando se está de mero espectador). Luego, de puntillas y muy despacio me he ido acercando al fondo de la casa (sí, lo sé, es ridículo, lo sé pero... en serio...) hasta que justo antes de doblar a la izquierda para entrar en el salón me he dado cuenta de que era la TV la que emitía ese sonido.

Puede que sea por los nervios, por el miedo que acababa de pasar o porque estoy como una regadera, que me he sentado en una de las alfombras y me ha entrado un ataque de risa al mismo tiempo que por mi cara resbalaban unos lagrimones impresionantes, estos últimos, no sabría decir si por la risa o porque necesitaba liberar el estrés acumulado pero... ¡vaya tela conmigo! Estoy yo como para defender a nadie de una situación así. Cuando me he calmado, he apagado el aparato del demonio; y es que al dejar el mando en su lugar, he debido apretar un botón sin querer y, como tarda unos segundos en emitir señal, me he marchado de casa antes de poder darme cuenta de lo que acababa de hacer.

martes, 2 de mayo de 2017

Perdone, se le está cayendo el tanga.

Ayer estuve en el alto de O Cebreiro, uno de los lugares más maravillosos que tengo cerca de casa (no hay peregrino a Santiago, que no quede prendado del lugar y olvide las penurias de la subida que lo precede. Y hablo con conocimiento de causa que en su día fui peregrina, pero esta historia os la contaré en otro momento). Normalmente, huyo allí cuando quiero hablar con el protagonista de la carta que presenté al concurso literario (¿la recordáis? os la enseñé en una de las primeras entradas de este blog) y busco tranquilidad. Ayer, ese momento mágico fue interrumpido por un matrimonio para hacerme llorar de la risa.

Estaba en la orilla de un camino observando la estatua de un peregrino cuando vi venir por el sendero a una pareja de mediana edad. Según se acercaban, iba viendo cómo al hombre le asomaba una especie de puntilla color turquesa por la pernera del pantalón. Alguna virtud tendré, seguro, pero la discreción no es una de ellas, no. Cuando se encontraban a mi altura, me di cuenta de que era un tanga y que cada vez le caía más. ¿Qué creéis que hice entonces? lo normal, decírselo (a mí, me gustaría que me avisaran si se me fueran cayendo las bragas por ahí, que queréis que os diga). Me giré hacia ellos y tuvimos una conversación más o menos así:

- Perdone, creo que está perdiendo el tanga (Le dije con toda la seriedad y respeto que pude. Sí, sí, vosotros reid, pero me gustaría veros decirle eso a un hombre de unos cincuenta años largos, y con su mujer al lado, aguantando la risa).

- ¿Cómo dices? (Me contestó él)

- Ay Ricardo, que te está saliendo un tanga por la zapatilla.

Se agachó, tiró de él y, entonces, su mujer empezó a reir como una posesa. Exactamente, aproveché el momento para hacerle compañía y allí estábamos las dos, mano a mano, a carcajada limpia.

- Es mi tanga. No lo encontraba. Eché la ropa a lavar y se debió enredar entre tus pantalones jajajajajajajajaja... (dijo la señora). El caso es que planché el pantalón y, ¿cómo no lo vería? jajajajajajajajajaja...

- La madre que te parió, imagínate que esto me pasa en el bar (dijo Ricardo, que su nombre sí lo recuerdo).

Y así fue como este matrimonio, simpático donde los haya, me hizo llorar de la risa en uno de los lugares más hermosos para mí. Luego, siguieron su camino y la estatua del peregrino y yo nos quedamos un rato asimilando la aventura de la que acabábamos de ser testigos.

jueves, 27 de abril de 2017

Tengo que tunear mi coche ya

¿Qué posibilidades hay de que un coche exactamente igual que el tuyo, con el mismo muñeco que el tuyo en la parte trasera (una gallina, sí, no preguntéis), esté aparcado justo detrás del tuyo? Decidme que muchas, por favor, si no pensaré que el que escribió el guión de mi vida se lo está pasando pipa viendo cómo se desarrolla su obra maestra.

Ya me he reincorporado al trabajo (aunque de momento sólo voy algunas horas) es por eso que he tenido el blog algo abandonado, pero prometo pasar por aquí al menos dos veces por semana. Esta tarde, cuando he salido de la clínica, me he dirigido hacia mi coche (hasta ahí todo normal), lo he desbloqueado desde una distancia de unos metros (o eso creía yo), he abierto la puerta trasera de detrás del conductor para dejar mi bolso (como siempre hago), la he cerrado y cuando he abierto la puerta delantera ¡había una chica sentada en el asiento del conductor!

Normalmente tengo 45 pulsaciones por minuto (sí, tampoco preguntéis, ¿qué queréis que haga? una que es tranquila jajaja), creo que en el instante que he abierto esa puerta se me han disparado a 236. Aunque la otra pobre tampoco se ha quedado atrás.

Le he preguntado a ver qué hacía en mi coche al tiempo que ella me preguntaba por qué puñetas había tirado algo dentro del suyo y la había abordado de ese modo. Entonces, he girado la cabeza y he visto mi coche justo delante del suyo. Quería desaparecer de la vergüenza que tenía. ¿Cómo disculparte en una situación así? ¿Cómo pedirle perdón por allanamiento de vehículo? ¿Cómo...? ¿Cómo...? ¿Cómo puedo ser tan sarasclepios? Al final, nos hemos reído de la casualidad que es coincidir en tantas cosas, me ha devuelto mi bolso y me he dirigido a mi coche.

¿Y sabéis lo que he hecho entonces? Estaba tan nerviosa que he abierto la puerta trasera, me he montado y me he preguntado: "¿Y el volante? ¡Me han robado el volante!". Medio segundo más tarde me ha entrado un ataque de risa y con la poca dignidad que me quedaba, me he bajado, he subido al asiento del conductor, he arrancado el coche y he pensado: "Si llegas a toparte con una borde ahora estabas sin dientes, así que alégrate de que todo haya quedado en una anécdota y en cuanto llegues a casa escribe el blog que lo tienes muy descuidado".

domingo, 9 de abril de 2017

Buscando entre la basura

Ayer, me di cuenta de lo importante que es medir más de 1'57 metros (que es lo que mido yo), pues de no haber sido un retaquín de poco más de metro y medio, habría salido más "airosa" de la bochornosa situación que me tocó vivir, con espectadores ajenos que estaban tan ricamente disfrutando de sus refrescon en una terraza.

¿Vosotros recicláis? Yo, cuando me acuerdo, no voy a engañaros, ahora, si me pongo a ello me entrego tanto que reciclo hasta el metal. Ayer, por la tarde, bajé al contenedor del plástico una bolsa llena de deshechos que, ¡vaya asquete si eso vuelve a entrar en mi casa por mucho que lo traten! La cuestión es que vivo en una zona en la que hay un bar cada 50 metros y todos tienen terraza. No sé en el resto de España pero aquí, estos días, tenemos un tiempo maravilloso y, somos como los lagartos, a duras penas sale un rayo de sol nos tiramos todos de cabeza a las terrazas. Podéis imaginar cómo estaba el ambiente cervecero. Llegué al contenedor, lo abrí, tiré dentro la bolsa amarilla, se me enganchó una de las bolas metálicas de mi llavero en la cuerda del cierre ¡y para dentro que se fue todo!

La conversación que se inició inmediatamente entre mi cerebro y mi yo qué sé fue tal que así:
- ¡Ay la leche! ¿Y las llaves? No me digas que he tirado las llaves dentro.
- No, hombre.
- Sí, las he tirado. A ver... ¡Mira, están ahí!
- ¿Y ahora?
- No llego, ¿cómo voy a cogerlas? Encima esto está lleno de gente. No vendrá ningún tachenko a ayudarme, no, ¡mierda!
- Hala, no lo pienses y actúa. Si te apoyas en esa barra del contenedor del papel y te inclinas hacia dentro, puedes mover con cuidado la bolsa hacia ti y el llavero vendrá enganchado en el cierre, como está.
- Claro, se te olvida que soy doña patosa y voy a terminar con la cabeza "estampinada" en el suelo.

No tenía opciones, me lie la manta a la cabeza, me encomendé a todo el santoral y allá que me fui. Sólo pedía que nadie me mirara (pero no fue así). Se acercaron dos chicas, que al parecer habían estado viendo el show sarasclepiano, y cuando estaba intentando acercar la bolsa hacia mí, se ofrecieron a ayudarme sujetándome la tapa del contenedor.

Conseguí alcanzar mi llavero. Recuperar mis llaves. Dar mil veces las gracias a esas dos chicas encantadoras. Y rezar para que nadie me hubiera hecho una foto con su móvil...

martes, 4 de abril de 2017

La primera vez que pasé la ITV al coche

Se aproxima el día en que debo pasar la ITV a mi coche, estaba convencida de que entre ponte bien y estate quieta me libraría del bochorno que me produce ese trámite, ¡pero no! Si ya puedo conducir, ¿a quién le voy a encalomar el muerto de ir a pasármela con la excusa de mi muñeca semioperativa? Exacto, a nadie. No me voy a librar. Y es que en dos segundos os relato mi primera vez pasándola, cuando... bueno, ahora os lo cuento, un desastre; pero antes, permitidme que os comente que me gusta mucho conducir, que no lo hago mal y que es lo que más he echado de menos durante estos 3 meses.

Debemos retroceder unos cuantos años para esta historia. Llegué a la nave de la ITV, y al entrar en la oficina me tropecé y caí en plancha, ¡genial, la cosa prometía! Me levanté toda digna y lo que viniera detrás no importaba, a peor ya no iba a ir, seguro. Pobre ilusa. Le dije a la chica que era la primera vez y desconocía el procedimiento. Muy amable me indicó dónde debía colocar el coche y que ya me irían diciendo los chicos lo que tenía que hacer. Allá que fui yo con mi ventanilla bajada, ahora, os voy a explicar por partes la que formé.

Primera parte, en la que te miran el motor y eso, creo.
Todo fenomenal hasta que me dijeron:
- Abre (la parte de delante del coche, la tapa del motor y eso, ¿cómo se llama? ¿capot delantero? Bueno, pues eso, vamos a llamarle tapa de delante) la tapa de delante.
- (Medio minuto más tarde) No encuentro la palanca (risa nerviosa y de idiota). Ay, espera, está aquí. ¿Ya?
- Sí, dale.
- Ya está. Ya te la he abierto.
- No, déjame ver a mí.
Cuando el muchacho se acercó, abrí la puerta del conductor para salir del coche y, no me preguntéis cómo, le incrusté el espejo en el diafragma. No sabía de qué modo disculparme.
- No pasa nada, déjame mirar. Ya está, sube al coche otra vez.
Revisó lo que faltaba y me dijo que continuara.

Segunda parte, en la que te miran los intermitentes, limpias, seguros, frenos y eso, creo.
Todo fenomenal, también, hasta que me dijeron que le diera a subir y bajar, a las ventanillas, y (aquí no fue culpa mía) el chico no quitó uno de los dedos. Claro, se lo pillé, a Dios gracias que anduve rápida de reflejos e inmediatamente solté.
Y yo pensaba al tiempo que me disculpaba, también, aunque esta vez sin sentimiento de culpabilidad ninguno: "Alma cándida, me he caído en la oficina y le he dejado a tu compañero el dibujo de mi espejo tatuado en el abdomen, ¿cómo no te pones a una distancia prudencial, de mí, cuando me ordenas subir y bajar las ventanillas? Menos mal que las puertas las abriste y cerraste tú".
Revisó lo que faltaba y me dijo que continuara.

Tercera parte, en la que te dicen que coloques el coche en un sitio que parece que caes al vacío y, para darle emoción a la cosa, te mandan quedarte dentro sin avisarte de que van a bailar una samba con la plataforma sobre la que estás tú.
Aquello se empezó a mover tal terremoto de los sufridos en Chile, y desde sabe Dios dónde escuchaba una voz diciéndome:
- Aprieta el acelerador... Noooo, el acelerador... Suelta... Aprieta el embrague... Suelta... Acelera... Para, para, paraaaa... (o el freno, yo qué sé)
De repente, dejé de escuchar la voz que gritaba (desde, yo diría el subsuelo ), nadie me decía por dónde tenía que continuar y, después de 2 minutos y cuando el de detrás me pitó, metí primera y salí de allí pensando: "Ay la Virgen, que a este que gritaba tanto en uno de esos "para, para, paraaaa..." lo he matado".

Me encaminé a la oficina, de nuevo, y respiré tranquila al escuchar esa voz inconfundible que me había estado gritando 5 minutos antes. No lo había fulminado. Me dieron los papeles, la pegatina y me marché.

Desde entonces, cada año, cuando me ven llegar los dos chicos a los que "lesioné" se rien y me dicen " ¿Y este año dónde me vas a pegar? jajaja". Son gente maja pero me hacen pasar vergüenza cuando me recuerdan aquello. Y a la chica de la oficina no se le ha olvidado mi entrada triunfal, no.

viernes, 31 de marzo de 2017

Mi carta a los Reyes Magos

Doy por hecho que todos vosotros creéis en los Reyes Magos, y no me equivoco, ¿verdad? Al menos, decidme que os ilusiona la noche del 5 de enero y la vivís con nerviosismo, por favor. Me da pena que la gente pierda las ilusiones simplemente porque se va haciendo mayor, llamadme inmadura (ya sabéis que en este blog no se escriben palabrotas, si no habría escrito imbécil) pero eso me entristece, de verdad.

Yo, cada año les escribo la carta el día 5 de enero, por la tarde. Ahí, apurando. Debo ser la, antes niña, luego adolescente, más tarde jóven y ahora, adulta más buena del mundo mundial porque siempre me han traído lo que les pedía en esas cartas. Cierto es que les ofrecía un plazo de 360 días (nunca tengo prisa, me gusta la emoción de no saber en qué día del año voy a recibir alguno de esos presentes) y cumplían, siempre han cumplido, ¿cómo no voy a creer en ellos?

Hoy, cuando se va a agotar el primer trimestre del año, me pregunto si también en el 2017 me permitirán disfrutar de lo que les pedí en mi carta (ahora os dejo una copia para que la veáis). Y sí, me respondo que sí, porque empezó un poco regular para mí, por los problemas del directo, y como siempre digo "lo que mal empieza, bien acaba", por lo tanto, seguiré esperando la llegada de ese regalo (en primavera, verano, otoño, invierno... ¡quién sabe!) pues sé que el 2017 ha de acabar bien y, si tengo mi regalo, será inmejorable la despedida de año.



                             

sábado, 25 de marzo de 2017

Cortes de pelo con espectáculo incluido

Ayer, me cagó una paloma. (Haced una pausa de 2 o 3 segundos antes de seguir leyendo). Sí, así fue. (Otra pausa, venga. Y luego ya os dejo que sigáis leyendo del tirón). Me cagó una de esas ratas voladoras. Después, me cagué yo en ella, pero lo mío fue solo verbal, nada escatológico. ¿Qué probabilidades hay de que te cague un pájaro? A mí, nunca me había pasado hasta ayer, y ya voy siendo una jóven-adulta que nos llaman ahora.
Hala, ya está, ahora que todos sabéis lo bien que me llevo con los animales que tienen plumas (no sé si os acordáis, pero no hace mucho me picó un pato), vayamos al tema que nos va a ocupar hoy, porque mi vida últimamente es una comedia constante.

Esta mañana he ido a la peluquería. Os enseñaría una foto para que viérais lo guapa que estoy, pero soy muy tímida así que váis a tener que creerme sin pruebas. Estaba Lucía (mi peluquera) secándole el pelo a una chica, y yo revisando Twitter mientras las mechas hacían su función en mi pelo, cuando ha entrado un señor (no muy mayor) con un aspirador en la mano. Todo muy normal hasta que ha empezado a hablar. Al parecer, no tenía intención de coger cita, ni peinarse, no. Venía de la tienda de electrodomésticos que hay al lado del local de Lucía, porque había llevado a reparar esa especie de vaporeta y quería que le dejaran aspirar los pelos a ver si funcionaba correctamente. En un principio, nos hemos reído las tres y Lucía le ha dicho: "¡Claro, hombre! Y luego te llevo para mi casa, así me la limpias también". Pero cuando hemos visto que aquel se ponía a buscar un enchufe y a sacar las boquillas del aspirador dispuesto a aspirar pelos, yo, me he empezado a poner un poco tensa. Lucía le ha dicho: "Pero, ¿qué haces tío?" "Sólo es un momento, pruebo estos tres chismes y me voy. Es que si no funciona se la llevo otra vez, porque me han cobrado 50 pavos por arreglarla" le ha contestado él mientras metía el cable en un enchufe de la pared.

La otra chica y yo, nos mirábamos sin saber muy bien si reir, llorar, salir corriendo o ayudarle a limpiar. Entonces, Lucía se ha enfadado y le ha pedido que por favor recogiera todo y se marchara si no quería que llamara a la policía. Al tipo, sin embargo, le debía dar lo mismo porque le ha pedido a la otra chica que se levantara para aspirar los pelos que le había cortado antes de que él llegara, y allá que se ha puesto a limpiar ja, ja, ja. Entonces, me ha entrado la risa (esta vez nerviosa porque el señor bien del todo no estaba y, aunque no parecía agresivo, cualquiera sabía). Lucía, le ha desenchufado el cable y le ha recogido todo de muy mal humor, cuando le suelta: "No me extraña que estés soltera, eres mala, ¡mala! Voy a ver si el frutero me deja probarlo", y se ha marchado tan tranquilo, según llegó, se fue.

Por eso os decía que estoy muy guapa, porque para haber tenido el tinte de las mechas un cuarto de hora más de la cuenta, y haberme cortado y peinado el pelo unas manos temblorosas porque muy valientes las tres pero muertas de miedo por dentro, me ha quedado fenomenal. Lucía es la mejor peluquera del mundo ;)

lunes, 20 de marzo de 2017

Dentista por vocación jajaja...

¿Os gusta vuestro trabajo? ¿En qué momento de vuestra vida decidísteis que os queríais dedicar a lo que, supongo, os consume hoy la mayor parte del día? Yo, siempre tuve claro que quería ser dentista; menos cuando quise ser piloto militar, ingeniera aeronáutica, abogada, monja misionera, periodista, bailarina de cabaret, pastora de cabritillos, arquitecto y librera. De hecho, con 7 años ya hice la primera extracción de dientes de mi vida. Estaba jugando con mi primo Alexis (ahora un tipo guapísimo, con una percha y una boca que ya quisieran muchos para ellos), tres años más pequeño que yo, cuando le dio por frenar en seco, justo delante de mí, en un momento en el que íbamos corriendo a toda mecha. Me caí encima de él y le salieron volando los 4 incisivos superiores. ¡Vaya susto! menos mal que no tenía vocación de cirujana estética, si no, una rinoplastia que le hubiera  practicado al pobre, allí mismo. ¡Y qué gracioso estaba desdentado! La boca llena de sangre pero muy gracioso. A mí, no me riñeron ni nada, o al menos no lo recuerdo, y ahí fue donde comenzaron mis andanzas de sacamuelas.

Hoy, he recordado un monólogo sobre dentistas, lo dejo aquí para que sonriáis un poquito en este día que dicen es "El día de la felicidad" y "El día de la salud bucodental" (aunque ya sabéis que yo no soy nada de "Día de"). Tal vez os parezca largo, pero es entretenido.

EL DENTISTA

"Hay trabajos que yo no comprendo. ¿Cómo puede haber gente que quiera ser dentista? ¿Cómo puede alguien querer pasarse la vida metiendo la cabeza en la boca de la gente? ¡Son como Ángel Cristo, pero en cobarde!
¿Se los imaginan de niños? yo creo que eran de esos que se pasaban las tardes arrancándole alas a las moscas y pisando caracoles. Hasta que un buen día se preguntan: ¿cómo puedo seguir practicando la tortura sin que me encierren? Y dicen:
- Mamá, ¡quiero ser dentista!
Y seguro que la madre responde:
- Muy bien, hijo, pero antes saca al gato de la lavadora, que se me atasca el filtro.
Cuando eres pequeño te tocan los dientes gente muy poco profesional: tu madre, tus compañeros de clase, la señorita en el cole, el Ratoncito Pérez... Pero cuando eres mayor sólo te pones en las manos de todo un señor dentista. O sea, el tío que pisaba caracoles.
Sin embargo, no vas al dentista así como así. Tu relación con él pasa siempre por tres fases.
La fase predentista, también llamada "al dentista va a ir tu padre". Sí,  porque hay gente que va alegremente al dentista sin que les empuja el dolor, pero se trata de gente rara... La gente normal nunca nos acordamos de los dientes. Ahora, el día que te duele una muela, no existe nada más. Te da todo igual, ya se puede acostar a tu lado Pamela Anderson que lo único que te palpita es el flemón.
Haces lo que sea con tal de no ir al dentista. Y aceptas cualquier consejo:
- Ponte una aspirina directamente en la muela, mastica un ajo, úntate sobrasada...
Pruebas todas las posturas, si te das cuenta de que haciendo el pino se te pasa... ¡pues haces el pino! Y para que nada te toque la muela, hinchas el carrillo, te fábricas una cámara de aire protectora y al final te pasas la noche haciendo el pino y con el moflete como Louis Armstrong.
Pero al día siguiente la muela manda más que tú y le ordena a los pies que te lleven al dentista. Llegas allí, muerto de miedo, tocas el timbre y de repente... ¡ya no te duele nada! ¡Los timbres de los dentistas son mágicos! ¡Deberían venderlos en las farmacias!
Pero ya es demasiado tarde. Te abren la puerta y entramos en la segunda fase: el dentista, ese que pisaba los caracoles. La enfermera te colocan en la sala de espera. ¿Qué hago aquí? ¡Pero si a mí con tocar un ratito el timbre ya se me pasa!
Cuando por fin te sientas en el sillón del dentista, lo primero que piensas es: "¡Que me aten, que no me fío de mí mismo!" La mesita llena de herramientas parece de la cocina de un restaurante de lujo: un pelador de gambas, un cascanueces, y por supuesto un gancho para sacar caracoles...
Intentas pensar en otra cosa que no sea en tus dientes, pero miras a tu alrededor y lo que ves es una dentadura gigante de escayola que te mira fijamente, el póster de una muela que sonríe. Y te agarras a cualquier cosa que no te recuerde a un diente. Te fijas en los zuecos de la enfermera: "¡Ay, zuecos!, voy a pensar en Holanda: tulipanes, queso de bola, molinos...¡Ah, no, que los molinos tienen muela, ya la hemos jodío'!"
En ese momento el dentista agarra una varilla de hierro, te la mete en la boca y va buscando las caries, tocando cada uno de tus dientes: "toc toc toc" "toc toc toc", que tú le dirías: "Joder, ¿es que no la ves? ¡Es la del fondo a la derecha! ¡La negra!"
Y una vez que la localiza, saca una pistola de aire y te la enchufa: "shhhhsssshhh...".
- ¿Le duele?
Es para contestarle:
- No, qué va, estas lágrimas son de alegría...
Pero no se conforman, porque ir al dentista es como pasar la ITV: ¡siempre te encuentran algo nuevo!
- Esta muela es la que le duele, pero tiene otras 5 caries más y sarro en las de abajo.
Hasta aquí sólo te dolía la boca, pero ahora también te empieza a doler la cartera. Aunque realmente, cuando te acojonas es cuando te dice:
- La limpieza se la voy a hacer gratis.
"Dios mío, ¿cuánto me va a costar lo otro para que me regale la limpieza...?"
- Y ahora le voy a pinchar.
¡Eso es! ¡Lo que faltaba! ¡Méteme un dedo en un ojo ya si quieres, a ver si te quedas a gusto!
No sabes lo que está ocurriendo ahí dentro, sólo le ves cambiar de herramientas de tortura. De repente se remanga y te acerca el torno: "¡Rrrrrrrr...!"
"¿Pero qué hace? ¡Si huele a cerdo quemado! ¿Irá a colgar un cuadro?"
Cuando termina contigo te da un vaso de agua y entras en la tercera fase, la post dentista, o mejor dicho la fase "boca floja".
Porque cuando te enjuagas pareces una regadera. Tu boca y tú tenéis vidas diferentes. Hablas como si te hubieran metido en la boca un guante de boxeo y te parece que la mejilla llega al otro lado de la habitación. Intentas mantener la dignidad delante de la enfermera, pero es imposible.
La enfermera te suelta:
- Son veinte mil.
Y tú:
- Ah, puef muy bien, muchaf gafiaf.
- El mes que viene tiene usted cita.
- Puef hafta el mef que viene, señobita...
Y cuando sales por la puerta piensas: ¿El mes que viene? Yo hasta que no me vea otra vez haciendo el pino no vuelvo."


martes, 14 de marzo de 2017

Hoy he comido chocolate lituano

¿Alguno de vosotros ha estado en Lituania alguna vez? ¿Y sabéis lituano? Yo, no. Ni una cosa ni la otra. Y mi amiga Naty, al parecer, tampoco. Otra de nuestras amigas (cuyo nombre voy a mantener en el anonimato por petición suya) sí estuvo hace poco, y hoy nos ha ofrecido un "chocolate" delicioso que había traído de ese país. Regaladme dos minutos y cuento la aventurita del día; pero primero dejadme que os de un consejo, antes de ofrecer algo comestible a alguien (y más cuando ese alguien sea yo, que menos a Satanás hecho alimento, es decir lombarda, me trago lo que me echen) estad seguros de lo que hay escrito en el envoltorio.

Por problemas del directo, continuo teniendo bastante tiempo libre, ¿y qué mejor modo de aprovecharlo que dedicándolo a las personas que quiero? Mi amiga, la del anonimato (vamos a llamarle Emma, por ejemplo), nos ha invitado a su casa (a Naty y a mí). Es muy "buena anfitriona" y, cuando hemos llegado, sobre la mesa había unas tacitas de café muy cucas y dulces variados. "Tenéis que probar estas chocolatinas, son de Lituania" nos dijo toda emocionada mientras hablábamos de su viaje y nos acercaba el plato con el manjar de dioses, según ella. Obediente, me dispuse a hacer los honores y cogí uno. Lo desenvolví impaciente por probarlo. Le di un mordisquito y dije: "¡Qué textura más extraña! se deshace pero es como si tuviera espumilla". Naty, más inteligente que yo y menos glotona, quitó el envoltorio y viendo mi cara lo probó sólo con la puntita de la lengua, para añadir: "A mí me sabe a suavizante de la ropa". Entonces, Emma, toda ofendida nos reprochó que éramos unas desagradecidas, que no sabíamos apreciar lo bueno. Me sentí tan culpable que esta vez el mordisco que le di al "bombón" fue grande y, ¡hala, todo para adentro!. Naty, empezó a masticar el suyo y a formársele espuma en la boca mientras decía: "Pero tía, ¿tú qué nos has dado? ¿Has estado en Lituania o jugando a las comiditas?" Yo, no podía dejar de reir, no sabía lo que acababa de tragarme pero la situación era completamente absurda. "¿Y tú te lo has comido?" me preguntó Naty casi enfadada conmigo porque no podía parar de reir. "Ay, hija, ya sabes que a mí me gusta todo...".

Tres minutos más tarde, Emma, con el envoltorio del "dulce" en una mano, el traductor de Google en la otra y su cara desencajada, nos estaba pidiendo perdón por habernos dado jabón para la ropa como acompañamiento del café.

Así que, amigos, dicen que lo que no mata engorda... si dejo de escribir este blog sabed que me fui de este mundo por hacer una de las cosas que más me gusta, comer chocolate. Si no, ya os contaré los efectos que provoca comerse una pastilla de jabón lituano bañado en café ja, ja, ja...


sábado, 11 de marzo de 2017

11 M

Como sabéis, adoro leer y admiro a las personas que saben escribir. Hoy, sólo voy a dejaros un microrrelato de mi cuentista favorito, Fermín López Costero, con el que quiero recordar a todas esas personas que perdieron la vida aquel 11M del 2004.

Los Aparecidos.

Con frecuencia, pero también cuando menos lo espero, se me aparecen mis padres. Tras el susto inicial, el miedo va dejando paso a un sentimiento de impotencia y de rabia, porque, por más empeño que pongo, nunca consigo comunicarme con ellos. Me gustaría decirles, sobre todo, que los echo mucho de menos, que me cuesta asumir que aquel desgraciado accidente me haya privado de su compañía.
Luego, cuando desaparecen, me quedo durante horas muy triste, abrazado a las flores que amorosamente han depositado sobre mi lápida.

                Fermín López Costero (Teatro de Sombras)


martes, 7 de marzo de 2017

Lo mismo te ausculto que te perfumo

No sé cómo finalizará el día, ya sabéis cómo funciona ésto, pero entre el recorrido en el bus circular hasta la clínica de rehabilitación (dadme un minuto y enseguida os cuento otra anécdota del TUP ( transporte urbano de Ponferrada) ) y lo que me hacen reir mis compañeros lesionados, las lágrimas de risa que llevo derramadas hoy ya no me las quita nadie. Voy a tener que dejar de pintarme el ojo porque regreso a casa, todos los días, como un mapache.

He subido al bus y estaban todos los asientos ocupados, así que me he colocado al final del todo, de pie, donde no molestar a nadie. El ambiente muy tranquilo hasta que hemos llegado a la parada del H. De La Reina. Entonces, se han subido dos señores, no muy mayores, y llevaban un informe médico en la mano. Como continuaban todas las plazas con gente, se han colocado a mi lado. Nos hemos saludado y le dice uno a otro: "Mira, lo que te decía que han puesto. Que he venido a urgencias aseado con perfume normal. A lo mejor, como ahora hay tanta gente rara les obligan a escribir si vamos limpios u olemos mal". Aquí, como os imaginaréis, toda mi atención se ha centrado en el informe médico. Acto seguido, le ha contestado el otro: "A ver, ¿cómo van a escribir eso? Déjame leerlo". Yo, intentaba leer también aunque no podía porque movían el folio sin parar. Sí, lo confieso, pero, ¿cómo resistir la tentación de echar un ojo a un informe de urgencias en el que un médico escriba algo así? Entonces, veo que el hombre se empieza a reir y le dice al otro: "¿Aseado con perfume? Jajajajajajaja... ponte las gafas, anda. Aquí pone auscultado con perfusión normal. Que no sé lo que es la perfusión pero perfumado...  ¡tú sí que estás perfumado!" Y el remate ha venido cuando le contesta: " Yo qué sé, los médicos tienen esa letra que nadie los entiende" . Y dice el más normal: "Jajajajaja... ¡serás bruto, si está escrito a ordenador, mira! Volvemos, ¿eh? Volvemos a que te miren la cabeza jajajajaja".

He cogido mi móvil para disimular y que creyeran que me estaba riendo de algún video o yo qué sé, pero entonces, en uno de los muchos grupos del whatsapp había una lista de chistes y al leerlos he soltado una carcajada que venía reprimiendo desde varias paradas atrás. Me han mirado con vergüenza y me dice el que estaba enfermo: "Ay, es que se pone uno tan nervioso cuando va al médico que ya no sabe ni leer". Y yo, con remordimiento de conciencia le he contestado: "No, no se preocupe; A mí, una vez me dieron una receta y le pregunté al médico a ver qué hacía con ese papel" (pero esa historia ya os la contaré en otro momento).


sábado, 4 de marzo de 2017

¿Sabéis hacer el pino?

¿Quién de vosotros sabe hacer el pino? pero no el pino que todas las niñas (y supongo que también algún niño) hemos hecho alguna vez de pequeñas apoyándonos contra la pared. No, no, os estoy hablando del pino sin pared, ni muro, ni puerta, ni "farrapos de gaitas". El pino apoyando únicamente las manos en el suelo, así, a pelo y que Dios nos pille confesados.

Hoy, haciendo una extraña asociación de ideas, he recordado aquel segundo trimestre, de 8° de EGB, en el que el profesor de Gimnasia nos obligó a hacer tres volteretas de lo más raras (éstas me salían bordadas, siempre he sido muy flexible, supongo que se lo debo a todos los años que hice ballet) y dos pinos. ¡Ay, los pinos! Uno, consistía en apoyar las manos en el suelo y punto; el otro, en apoyar manos y cabeza.

Llegó la noche anterior al examen y no había forma humana de que a mí me saliera aquello. Vale que no aspiraba a ser Nadia Comaneci pero, ¿Lina Morgan? ¿en serio era preciso ponerme a imitar a Lina Morgan cada vez que pretendía elevar las piernas para hacer el pino? Recuerdo a mi padre haciéndolos conmigo y desesperándose al ver que a él le salían y a la torpe de su hija no. Me acosté porque lo mío era una causa perdida, y lloré, y lloré, y lloré hasta que, supongo, el cansancio me venció y me dormí.

Primera hora de la mañana, clase de gimnasia; primera voltereta, perfecta; segunda voltereta, muy bien; tercera voltereta, clavada. " Ahora los pinos, empieza por el que quieras" me dijo. Creo que, cuando años más tarde me dijeron "Sara, estoy con otra chica, ya no te quiero, lo nuestro acaba aqui", me dolió menos que escuchar a Rubén decirme que tenía que hacer los pinos y que empezara por el que quisiera.

¿Y qué creéis que pasó? pues que no sé cómo ni cómo no, supongo que fue un conjunto de rabia, amor propio, y odio hacia mi profesor de gimnasia por obligarme a hacer aquello (bueno, eso y que tengo el mejor Ángel de la Guarda de todo el planeta y me sujetó las piernas), que hice un pino perfecto y el otro de 10 (me puso un sobresaliente aquella evaluación. Mis padres no me dieron una torta, porque nunca me han pegado, pero era para "estampinarme" contra la pared después de la noche que les había dado). Eso sí, la primera y la última vez en mi vida porque nunca antes, y nunca después, he sido capaz de hacerlos.

Ahora, os formulo de nuevo la pregunta, ¿quién de vosotros sabe hacer el pino? A los que contestéis "yo", sabed desde este momento que me declaro fan incondicional vuestra.


martes, 28 de febrero de 2017

Lo confieso, no sé hacer huevos fritos

¿Os consideráis buenos cocineros? Yo pensaba que sí lo era (de hecho, he asistido a varios cursos de cocina porque me encanta enfrascarme entre ollas y sartenes), pero al parecer no ja, ja, ja... ¿Y qué me ha hecho entrar en la duda? el pequeño detalle de haber recibido un regalo por correo, un libro titulado "Cocina para inútiles (esta palabra tachada) no iniciados", cuyos remitentes son unos amigos a los que invité a comer, hace unos días. ¿Seréis cobardes? No os habéis atrevido a traérmelo en persona a mi casa, por si os obligaba a quedaros a comer otra vez, ¿eh? ja, ja, ja...

                                             

Pensándolo detenidamente, es posible que los haya impulsado a regalármelo el hecho de comentarles que yo no sé hacer un huevo frito (dadme dos minutos y os cuento el motivo). Sí, sí, de veras, puedo preparar un guiso, pescado/carne al horno, aguacates rellenos, unas berenjenas rellenas (éste es mi plato estrella), cualquier cosa menos a satanás hecho alimento, o sea, lombarda; pero no me pidáis que os haga un huevo frito, porque he visto guerras en las que la pólvora es menos peligrosa que yo en esa situación.

De ésto, hace ya tiempo, más de una década. Mis abuelos, por entonces, vivían en un pueblo cercano a Ponferrada. Yo, acababa de llegar a estas tierras bercianas y cada fin de semana iba a verlos a Cobrana. Me daban verduras, y huevos frescos que ponían sus gallinas, ¡cómo añoro aquellos años!

Una noche, estando sola en casa, me dispuse a freir un huevo (mi abuela me había advertido "son muy frescos, ten cuidado cuando los vayas a utilizar"). Calenté el aceite en una sartén, coloqué el huevo (fresco, ¡jopelas si estaba fresco!) en un plato, le eché una pizca de sal y, luego, ¡a la sartén! Comenzó entonces la guerra de los mundos, aquello saltaba para todos los lados, me agaché para coger, del cajón, una tapa y usarla a modo de escudo, pero cuando me incorporé, ¡el huevo no estaba en la sartén! ¿Dónde se había ido? No lo veía. Esto era una coña, ¿desde cuándo los huevos se evaporaban? Lo busqué (entre un ataque de risa y de tenso-agresividad) por la vitro, la pared, incluso en el suelo, y no aparecía. Lo dejé por imposible (mi Ángel de la Guarda, estaba hambriento ese día y se lo había zampado). Recogí todo, cabreada con el aceite, las gallinas, las sartenes y el mundo en general; cuando de repente, estando limpiando toda la grasa de la vitro, oigo "¡choff!" y veo al huevo caer sobre mi brazo haciendo puenting desde la campana. ¡Ay la Virgen! ¡Había saltado de la sartén al extractor y estaba ahí enganchado! Entonces sí, disminuyó mi enfado y, ¡cómo no! me dio un ataque de risa. Aquel fue el último día que intenté freir un huevo, por eso no sé hacerlo, porque llevo más de una década sin ponerme a ello. ¡Eso sí, gustarme, me gustan! pero me los tienen que freir ja, ja, ja...


jueves, 23 de febrero de 2017

Demasiado tiempo ya

Al principio, incluso se agradece, unas semanas de descanso para dedicar a lo que quieras, bueno, lo que quieras, lo que quieras... más bien a lo que puedas (ni recuerdo la última ocasión en la que había podido disfrutar de tres semanas seguidas descansando de la odontología. Y no me malinterpretéis, cuando decidí dedicarme a ésto era totalmente consciente de lo que implicaba. Confieso, de hecho, que adoro mi profesión); pero pasa una quincena, un mes, otro, y oyes en tu cabeza las palabras que en su día no quisiste escuchar porque te parecía que la cirujana exageraba: "Ahora paciencia, Sara, tres meses por delante para descansar. Tómatelo como si fueran unas vacaciones".

Como habréis observado, a este blog no se viene a protestar, ni quejarse, se viene a pasar un rato entretenido; así que, ¡fuera lamentaciones! y os voy a hacer una lista de los "pros" y "contras" que le encuentro yo a esto de que te frenen en seco, durante 3 meses, cuando eres una persona muy activa. De todo se aprende.

Ventajas:

- He conocido a gente muy maja en rehabilitación, me río mucho con ellos; porque total, si estamos fastidiados (ya sabéis que en este blog no se dicen palabras malsonantes, si no, escribiría jodidos) al menos, sacarle el lado humorístico a la situación. De veras que esas personas consiguen que los dolores se camuflen entre carcajadas.

- He abierto un blog y, a pesar de no saber escribir, he perdido la poca vergüenza que tenía; y aquí me hallo aireando mi vida en este patio de recreo.

- Mis compañeros de baile (no sé si os he comentado alguna vez que voy a clase de baile) se están librando de algún que otro pisotón, y mirada asesina cuando soy yo la que los recibe.

- Estoy aprovechando para pasear por mi ciudad y disfrutar, con mis amigas, al solecito de una terraza. Si visitáis el Bierzo, avisadme, ahora mismo soy la guía gastronómica de pinchos, de Ponferrada, más fiable que existe. Podéis elegir zona, Rosaleda, Fernando Miranda, Zona Alta, lo que queráis, no tenéis mas que preguntarme.

- Tengo a mis padres cerca, no a 800 kilómetros que es la distancia que nos separa habitualmente. Creo que cuando ya esté bien voy a seguir haciéndome la tullida para que no se marchen todavía ja, ja, ja...

- Devoro libros hasta bien entrada la madrugada, sin tener mala conciencia por saber que el despertador va a sonar temprano y no habré descansado lo suficiente.

Inconvenientes:

- Echo de menos a mis pacientes, a mis compañeros, y los buenos ratos que pasamos todos juntos.

- Me han metido dos veces en quirófano, con su correspondiente anestesia, y no estoy segura de no haber soltado por mi boquita alguna barbaridad. ¡No veáis de qué manera desinhiben esos anestésicos! Te sientes muy vulnerable hasta que te dan un chute y pasas a ser la reina de la fiesta, ¡y encima estás en pelotas!

- Me estoy transformando en una yonki de Twitter, Facebook, Instagram y demás familia. ¿Qué hacer en esos momentos ociosos del día (que también los hay)? Pues móvil en mano y de red social, en red social.

- No puedo coger el coche, y comenzar a conducir sin rumbo fijo, para llegar a algún sitio maravilloso en el que poder recrearme con su paisaje, recorrer su ruta de senderismo o simplemente observar a los lugareños mientras bebo una coca cola (ésta, es una de las cosas que más echo de menos; y es que, viviendo en Ponferrada ponga rumbo a donde lo ponga, voy a llegar a algún lugar espectacular en el que perderme sola durante un rato).