martes, 4 de abril de 2017

La primera vez que pasé la ITV al coche

Se aproxima el día en que debo pasar la ITV a mi coche, estaba convencida de que entre ponte bien y estate quieta me libraría del bochorno que me produce ese trámite, ¡pero no! Si ya puedo conducir, ¿a quién le voy a encalomar el muerto de ir a pasármela con la excusa de mi muñeca semioperativa? Exacto, a nadie. No me voy a librar. Y es que en dos segundos os relato mi primera vez pasándola, cuando... bueno, ahora os lo cuento, un desastre; pero antes, permitidme que os comente que me gusta mucho conducir, que no lo hago mal y que es lo que más he echado de menos durante estos 3 meses.

Debemos retroceder unos cuantos años para esta historia. Llegué a la nave de la ITV, y al entrar en la oficina me tropecé y caí en plancha, ¡genial, la cosa prometía! Me levanté toda digna y lo que viniera detrás no importaba, a peor ya no iba a ir, seguro. Pobre ilusa. Le dije a la chica que era la primera vez y desconocía el procedimiento. Muy amable me indicó dónde debía colocar el coche y que ya me irían diciendo los chicos lo que tenía que hacer. Allá que fui yo con mi ventanilla bajada, ahora, os voy a explicar por partes la que formé.

Primera parte, en la que te miran el motor y eso, creo.
Todo fenomenal hasta que me dijeron:
- Abre (la parte de delante del coche, la tapa del motor y eso, ¿cómo se llama? ¿capot delantero? Bueno, pues eso, vamos a llamarle tapa de delante) la tapa de delante.
- (Medio minuto más tarde) No encuentro la palanca (risa nerviosa y de idiota). Ay, espera, está aquí. ¿Ya?
- Sí, dale.
- Ya está. Ya te la he abierto.
- No, déjame ver a mí.
Cuando el muchacho se acercó, abrí la puerta del conductor para salir del coche y, no me preguntéis cómo, le incrusté el espejo en el diafragma. No sabía de qué modo disculparme.
- No pasa nada, déjame mirar. Ya está, sube al coche otra vez.
Revisó lo que faltaba y me dijo que continuara.

Segunda parte, en la que te miran los intermitentes, limpias, seguros, frenos y eso, creo.
Todo fenomenal, también, hasta que me dijeron que le diera a subir y bajar, a las ventanillas, y (aquí no fue culpa mía) el chico no quitó uno de los dedos. Claro, se lo pillé, a Dios gracias que anduve rápida de reflejos e inmediatamente solté.
Y yo pensaba al tiempo que me disculpaba, también, aunque esta vez sin sentimiento de culpabilidad ninguno: "Alma cándida, me he caído en la oficina y le he dejado a tu compañero el dibujo de mi espejo tatuado en el abdomen, ¿cómo no te pones a una distancia prudencial, de mí, cuando me ordenas subir y bajar las ventanillas? Menos mal que las puertas las abriste y cerraste tú".
Revisó lo que faltaba y me dijo que continuara.

Tercera parte, en la que te dicen que coloques el coche en un sitio que parece que caes al vacío y, para darle emoción a la cosa, te mandan quedarte dentro sin avisarte de que van a bailar una samba con la plataforma sobre la que estás tú.
Aquello se empezó a mover tal terremoto de los sufridos en Chile, y desde sabe Dios dónde escuchaba una voz diciéndome:
- Aprieta el acelerador... Noooo, el acelerador... Suelta... Aprieta el embrague... Suelta... Acelera... Para, para, paraaaa... (o el freno, yo qué sé)
De repente, dejé de escuchar la voz que gritaba (desde, yo diría el subsuelo ), nadie me decía por dónde tenía que continuar y, después de 2 minutos y cuando el de detrás me pitó, metí primera y salí de allí pensando: "Ay la Virgen, que a este que gritaba tanto en uno de esos "para, para, paraaaa..." lo he matado".

Me encaminé a la oficina, de nuevo, y respiré tranquila al escuchar esa voz inconfundible que me había estado gritando 5 minutos antes. No lo había fulminado. Me dieron los papeles, la pegatina y me marché.

Desde entonces, cada año, cuando me ven llegar los dos chicos a los que "lesioné" se rien y me dicen " ¿Y este año dónde me vas a pegar? jajaja". Son gente maja pero me hacen pasar vergüenza cuando me recuerdan aquello. Y a la chica de la oficina no se le ha olvidado mi entrada triunfal, no.

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