miércoles, 16 de agosto de 2017

Bergidum Dental cumple 2 años

Mañana, 17 de agosto, Bergidum Dental cumple dos años. Aquel caluroso día de verano abría sus puertas por primera vez. ¡Cómo pasa el tiempo! Se nos escapa sin apenas darnos cuenta de cuan valioso es.

Vuelvo la mirada hacia atrás (hacia la primavera del año 2014) y me veo gestando la idea en mi cabeza... ¡cuántos miedos, cuántos interrogantes, cuántas noches de insomnio pensando en si lanzarme al vacío o seguir en mi cómoda vida profesional... cuántos cuantos! Hoy, sé que hice lo correcto (o al menos eso creo), pues volvería a hacerlo; daría, de nuevo, cuerpo a esa locura que se me pasó por la cabeza un día de mucho estrés en la clínica en la que estaba trabajando entonces.

Durante estos dos años, no todo ha sido un camino de rosas. Hemos tenido que trabajar muy duro y, a veces, sacrificar momentos de nuestra vida personal para entregarlos a la odontología. Soy afortunada por contar con grandes profesionales, a mi lado, que decidieron formar parte de esta locura junto a mí. La perseverancia, entrega, formación, esfuerzo y honestidad han destacado en nosotros, permitiendo que esta aventura haya tomado forma y, espero, continúe su camino a lo largo de los años.

Sólo me resta dar las gracias a todos esos pacientes que han hecho posible que la clínica mañana esté de cumpleaños, pues ellos son los verdaderos impulsores de Bergidum Dental y, como siempre les digo, los grandes protagonistas de mi vida profesional. Sin ellos, sin sus sonrisas, sin su confianza en nosotros, sin su paciencia, nada de ésto habría sido posible.

Alzo mi copa, ¡brindemos juntos!






martes, 1 de agosto de 2017

Para él

Ya es 2 de agosto, tu día y uno de los días más tristes de mi vida aquel martes del 2011. Como cada año, iré a llevarte un ramo de margaritas. ¿Te acuerdas cuando las cogías del suelo para dármelas? Eres el culpable de que sea mi flor preferida. ¡Cuánto te quise, cuánto te quiero! ¡Cuánto me quisiste, cuánto me quieres!

Lo nuestro fue amor a primera vista. Yo, una bebé que apenas podía ponerse en pie; tú, un (como dirían ahora) cuarentón presumido donde los haya. ¿Cómo no iba a decirte adiós, cada mañana desde mi cuna, si estaba deseando que me guiñaras un ojo desde la calle y me echaras una sonrisa? El ritual de cada día, mis padres tenían que acercarme a la ventana para que pudiera dar los buenos días a mi vecino Ángel o lloraría sin parar. Tampoco era para tanto, ¿no? Sólo quería mi guiño y mi sonrisa del primer hombre que sin ser sangre de mi sangre había robado mi corazón con tan solo 8 meses de vida.

Fui creciendo y mi cariño y amor incondicional, hacia ti, conmigo. Me encanta cuando tus nietos preguntan a tu hija: "¿Qué Sara? ¿La de abuelo?", para saber de quién se está hablando. Siempre vamos a ser Sara la de Ángel y Ángel el de Sara. Siempre vamos a ser nuestros, siempre.

¿Qué me dices de los lugares bonitos a los que fuimos con tu Citroen CX? Lo arrancabas y subía, levitaba, ¡era magia! (qué tierna con mi inocencia, tenías un coche mágico). Viajabas por todo el Bierzo para escribir reportajes y artículos sobre lo acontecido en esta comarca, la noticia no esperaba y el periódico tenía que publicarse cada día, ¡qué generoso eras dejándome que te acompañara siempre que se me antojaba! Recuerdo tus papeles, tus libretas con anotaciones (todavía conservo alguna de las que me regalaste para que yo también pudiera escribir lo que veía y escuchaba). "Tienes que estar atenta y no perder detalle, a lo mejor yo me despisto y luego tendrás que informarme", me decías.

Cinco largos e intensos años de vivencias llenas de anécdotas (es bonito recordarlas contigo cuando voy a visitarte al cementerio), hasta que partí hacia tierras mediterráneas. Cumplías todos mis caprichos y me regañabas cuando creías que debías hacerlo. Eras mi ángel de la guarda terrenal (nunca pensé que te convertirías tan pronto en mi Ángel de la Guarda de verdad. ¡Eras tan joven! ¡Te quedaba tanto por vivir!).

Te fuiste aquel día de agosto, pero una parte de ti se quedó en mi corazón, sigue aquí conmigo y no te la devolveré hasta que (espero dentro de muchos años jajaja...) pueda volver a verte y abrazarte tan fuerte como lo hacía de niña, de adolescente y de joven.

Mañana no voy a estar triste, no, tú querrías que sonriera y eso es lo que voy a hacer. Te llevaré margaritas, hablaré un rato contigo y te guiñaré un ojo sonriendo como me lo hacías tú a mí, cada mañana, cuando te decía adiós desde mi cuna.