viernes, 31 de marzo de 2017

Mi carta a los Reyes Magos

Doy por hecho que todos vosotros creéis en los Reyes Magos, y no me equivoco, ¿verdad? Al menos, decidme que os ilusiona la noche del 5 de enero y la vivís con nerviosismo, por favor. Me da pena que la gente pierda las ilusiones simplemente porque se va haciendo mayor, llamadme inmadura (ya sabéis que en este blog no se escriben palabrotas, si no habría escrito imbécil) pero eso me entristece, de verdad.

Yo, cada año les escribo la carta el día 5 de enero, por la tarde. Ahí, apurando. Debo ser la, antes niña, luego adolescente, más tarde jóven y ahora, adulta más buena del mundo mundial porque siempre me han traído lo que les pedía en esas cartas. Cierto es que les ofrecía un plazo de 360 días (nunca tengo prisa, me gusta la emoción de no saber en qué día del año voy a recibir alguno de esos presentes) y cumplían, siempre han cumplido, ¿cómo no voy a creer en ellos?

Hoy, cuando se va a agotar el primer trimestre del año, me pregunto si también en el 2017 me permitirán disfrutar de lo que les pedí en mi carta (ahora os dejo una copia para que la veáis). Y sí, me respondo que sí, porque empezó un poco regular para mí, por los problemas del directo, y como siempre digo "lo que mal empieza, bien acaba", por lo tanto, seguiré esperando la llegada de ese regalo (en primavera, verano, otoño, invierno... ¡quién sabe!) pues sé que el 2017 ha de acabar bien y, si tengo mi regalo, será inmejorable la despedida de año.



                             

sábado, 25 de marzo de 2017

Cortes de pelo con espectáculo incluido

Ayer, me cagó una paloma. (Haced una pausa de 2 o 3 segundos antes de seguir leyendo). Sí, así fue. (Otra pausa, venga. Y luego ya os dejo que sigáis leyendo del tirón). Me cagó una de esas ratas voladoras. Después, me cagué yo en ella, pero lo mío fue solo verbal, nada escatológico. ¿Qué probabilidades hay de que te cague un pájaro? A mí, nunca me había pasado hasta ayer, y ya voy siendo una jóven-adulta que nos llaman ahora.
Hala, ya está, ahora que todos sabéis lo bien que me llevo con los animales que tienen plumas (no sé si os acordáis, pero no hace mucho me picó un pato), vayamos al tema que nos va a ocupar hoy, porque mi vida últimamente es una comedia constante.

Esta mañana he ido a la peluquería. Os enseñaría una foto para que viérais lo guapa que estoy, pero soy muy tímida así que váis a tener que creerme sin pruebas. Estaba Lucía (mi peluquera) secándole el pelo a una chica, y yo revisando Twitter mientras las mechas hacían su función en mi pelo, cuando ha entrado un señor (no muy mayor) con un aspirador en la mano. Todo muy normal hasta que ha empezado a hablar. Al parecer, no tenía intención de coger cita, ni peinarse, no. Venía de la tienda de electrodomésticos que hay al lado del local de Lucía, porque había llevado a reparar esa especie de vaporeta y quería que le dejaran aspirar los pelos a ver si funcionaba correctamente. En un principio, nos hemos reído las tres y Lucía le ha dicho: "¡Claro, hombre! Y luego te llevo para mi casa, así me la limpias también". Pero cuando hemos visto que aquel se ponía a buscar un enchufe y a sacar las boquillas del aspirador dispuesto a aspirar pelos, yo, me he empezado a poner un poco tensa. Lucía le ha dicho: "Pero, ¿qué haces tío?" "Sólo es un momento, pruebo estos tres chismes y me voy. Es que si no funciona se la llevo otra vez, porque me han cobrado 50 pavos por arreglarla" le ha contestado él mientras metía el cable en un enchufe de la pared.

La otra chica y yo, nos mirábamos sin saber muy bien si reir, llorar, salir corriendo o ayudarle a limpiar. Entonces, Lucía se ha enfadado y le ha pedido que por favor recogiera todo y se marchara si no quería que llamara a la policía. Al tipo, sin embargo, le debía dar lo mismo porque le ha pedido a la otra chica que se levantara para aspirar los pelos que le había cortado antes de que él llegara, y allá que se ha puesto a limpiar ja, ja, ja. Entonces, me ha entrado la risa (esta vez nerviosa porque el señor bien del todo no estaba y, aunque no parecía agresivo, cualquiera sabía). Lucía, le ha desenchufado el cable y le ha recogido todo de muy mal humor, cuando le suelta: "No me extraña que estés soltera, eres mala, ¡mala! Voy a ver si el frutero me deja probarlo", y se ha marchado tan tranquilo, según llegó, se fue.

Por eso os decía que estoy muy guapa, porque para haber tenido el tinte de las mechas un cuarto de hora más de la cuenta, y haberme cortado y peinado el pelo unas manos temblorosas porque muy valientes las tres pero muertas de miedo por dentro, me ha quedado fenomenal. Lucía es la mejor peluquera del mundo ;)

lunes, 20 de marzo de 2017

Dentista por vocación jajaja...

¿Os gusta vuestro trabajo? ¿En qué momento de vuestra vida decidísteis que os queríais dedicar a lo que, supongo, os consume hoy la mayor parte del día? Yo, siempre tuve claro que quería ser dentista; menos cuando quise ser piloto militar, ingeniera aeronáutica, abogada, monja misionera, periodista, bailarina de cabaret, pastora de cabritillos, arquitecto y librera. De hecho, con 7 años ya hice la primera extracción de dientes de mi vida. Estaba jugando con mi primo Alexis (ahora un tipo guapísimo, con una percha y una boca que ya quisieran muchos para ellos), tres años más pequeño que yo, cuando le dio por frenar en seco, justo delante de mí, en un momento en el que íbamos corriendo a toda mecha. Me caí encima de él y le salieron volando los 4 incisivos superiores. ¡Vaya susto! menos mal que no tenía vocación de cirujana estética, si no, una rinoplastia que le hubiera  practicado al pobre, allí mismo. ¡Y qué gracioso estaba desdentado! La boca llena de sangre pero muy gracioso. A mí, no me riñeron ni nada, o al menos no lo recuerdo, y ahí fue donde comenzaron mis andanzas de sacamuelas.

Hoy, he recordado un monólogo sobre dentistas, lo dejo aquí para que sonriáis un poquito en este día que dicen es "El día de la felicidad" y "El día de la salud bucodental" (aunque ya sabéis que yo no soy nada de "Día de"). Tal vez os parezca largo, pero es entretenido.

EL DENTISTA

"Hay trabajos que yo no comprendo. ¿Cómo puede haber gente que quiera ser dentista? ¿Cómo puede alguien querer pasarse la vida metiendo la cabeza en la boca de la gente? ¡Son como Ángel Cristo, pero en cobarde!
¿Se los imaginan de niños? yo creo que eran de esos que se pasaban las tardes arrancándole alas a las moscas y pisando caracoles. Hasta que un buen día se preguntan: ¿cómo puedo seguir practicando la tortura sin que me encierren? Y dicen:
- Mamá, ¡quiero ser dentista!
Y seguro que la madre responde:
- Muy bien, hijo, pero antes saca al gato de la lavadora, que se me atasca el filtro.
Cuando eres pequeño te tocan los dientes gente muy poco profesional: tu madre, tus compañeros de clase, la señorita en el cole, el Ratoncito Pérez... Pero cuando eres mayor sólo te pones en las manos de todo un señor dentista. O sea, el tío que pisaba caracoles.
Sin embargo, no vas al dentista así como así. Tu relación con él pasa siempre por tres fases.
La fase predentista, también llamada "al dentista va a ir tu padre". Sí,  porque hay gente que va alegremente al dentista sin que les empuja el dolor, pero se trata de gente rara... La gente normal nunca nos acordamos de los dientes. Ahora, el día que te duele una muela, no existe nada más. Te da todo igual, ya se puede acostar a tu lado Pamela Anderson que lo único que te palpita es el flemón.
Haces lo que sea con tal de no ir al dentista. Y aceptas cualquier consejo:
- Ponte una aspirina directamente en la muela, mastica un ajo, úntate sobrasada...
Pruebas todas las posturas, si te das cuenta de que haciendo el pino se te pasa... ¡pues haces el pino! Y para que nada te toque la muela, hinchas el carrillo, te fábricas una cámara de aire protectora y al final te pasas la noche haciendo el pino y con el moflete como Louis Armstrong.
Pero al día siguiente la muela manda más que tú y le ordena a los pies que te lleven al dentista. Llegas allí, muerto de miedo, tocas el timbre y de repente... ¡ya no te duele nada! ¡Los timbres de los dentistas son mágicos! ¡Deberían venderlos en las farmacias!
Pero ya es demasiado tarde. Te abren la puerta y entramos en la segunda fase: el dentista, ese que pisaba los caracoles. La enfermera te colocan en la sala de espera. ¿Qué hago aquí? ¡Pero si a mí con tocar un ratito el timbre ya se me pasa!
Cuando por fin te sientas en el sillón del dentista, lo primero que piensas es: "¡Que me aten, que no me fío de mí mismo!" La mesita llena de herramientas parece de la cocina de un restaurante de lujo: un pelador de gambas, un cascanueces, y por supuesto un gancho para sacar caracoles...
Intentas pensar en otra cosa que no sea en tus dientes, pero miras a tu alrededor y lo que ves es una dentadura gigante de escayola que te mira fijamente, el póster de una muela que sonríe. Y te agarras a cualquier cosa que no te recuerde a un diente. Te fijas en los zuecos de la enfermera: "¡Ay, zuecos!, voy a pensar en Holanda: tulipanes, queso de bola, molinos...¡Ah, no, que los molinos tienen muela, ya la hemos jodío'!"
En ese momento el dentista agarra una varilla de hierro, te la mete en la boca y va buscando las caries, tocando cada uno de tus dientes: "toc toc toc" "toc toc toc", que tú le dirías: "Joder, ¿es que no la ves? ¡Es la del fondo a la derecha! ¡La negra!"
Y una vez que la localiza, saca una pistola de aire y te la enchufa: "shhhhsssshhh...".
- ¿Le duele?
Es para contestarle:
- No, qué va, estas lágrimas son de alegría...
Pero no se conforman, porque ir al dentista es como pasar la ITV: ¡siempre te encuentran algo nuevo!
- Esta muela es la que le duele, pero tiene otras 5 caries más y sarro en las de abajo.
Hasta aquí sólo te dolía la boca, pero ahora también te empieza a doler la cartera. Aunque realmente, cuando te acojonas es cuando te dice:
- La limpieza se la voy a hacer gratis.
"Dios mío, ¿cuánto me va a costar lo otro para que me regale la limpieza...?"
- Y ahora le voy a pinchar.
¡Eso es! ¡Lo que faltaba! ¡Méteme un dedo en un ojo ya si quieres, a ver si te quedas a gusto!
No sabes lo que está ocurriendo ahí dentro, sólo le ves cambiar de herramientas de tortura. De repente se remanga y te acerca el torno: "¡Rrrrrrrr...!"
"¿Pero qué hace? ¡Si huele a cerdo quemado! ¿Irá a colgar un cuadro?"
Cuando termina contigo te da un vaso de agua y entras en la tercera fase, la post dentista, o mejor dicho la fase "boca floja".
Porque cuando te enjuagas pareces una regadera. Tu boca y tú tenéis vidas diferentes. Hablas como si te hubieran metido en la boca un guante de boxeo y te parece que la mejilla llega al otro lado de la habitación. Intentas mantener la dignidad delante de la enfermera, pero es imposible.
La enfermera te suelta:
- Son veinte mil.
Y tú:
- Ah, puef muy bien, muchaf gafiaf.
- El mes que viene tiene usted cita.
- Puef hafta el mef que viene, señobita...
Y cuando sales por la puerta piensas: ¿El mes que viene? Yo hasta que no me vea otra vez haciendo el pino no vuelvo."


martes, 14 de marzo de 2017

Hoy he comido chocolate lituano

¿Alguno de vosotros ha estado en Lituania alguna vez? ¿Y sabéis lituano? Yo, no. Ni una cosa ni la otra. Y mi amiga Naty, al parecer, tampoco. Otra de nuestras amigas (cuyo nombre voy a mantener en el anonimato por petición suya) sí estuvo hace poco, y hoy nos ha ofrecido un "chocolate" delicioso que había traído de ese país. Regaladme dos minutos y cuento la aventurita del día; pero primero dejadme que os de un consejo, antes de ofrecer algo comestible a alguien (y más cuando ese alguien sea yo, que menos a Satanás hecho alimento, es decir lombarda, me trago lo que me echen) estad seguros de lo que hay escrito en el envoltorio.

Por problemas del directo, continuo teniendo bastante tiempo libre, ¿y qué mejor modo de aprovecharlo que dedicándolo a las personas que quiero? Mi amiga, la del anonimato (vamos a llamarle Emma, por ejemplo), nos ha invitado a su casa (a Naty y a mí). Es muy "buena anfitriona" y, cuando hemos llegado, sobre la mesa había unas tacitas de café muy cucas y dulces variados. "Tenéis que probar estas chocolatinas, son de Lituania" nos dijo toda emocionada mientras hablábamos de su viaje y nos acercaba el plato con el manjar de dioses, según ella. Obediente, me dispuse a hacer los honores y cogí uno. Lo desenvolví impaciente por probarlo. Le di un mordisquito y dije: "¡Qué textura más extraña! se deshace pero es como si tuviera espumilla". Naty, más inteligente que yo y menos glotona, quitó el envoltorio y viendo mi cara lo probó sólo con la puntita de la lengua, para añadir: "A mí me sabe a suavizante de la ropa". Entonces, Emma, toda ofendida nos reprochó que éramos unas desagradecidas, que no sabíamos apreciar lo bueno. Me sentí tan culpable que esta vez el mordisco que le di al "bombón" fue grande y, ¡hala, todo para adentro!. Naty, empezó a masticar el suyo y a formársele espuma en la boca mientras decía: "Pero tía, ¿tú qué nos has dado? ¿Has estado en Lituania o jugando a las comiditas?" Yo, no podía dejar de reir, no sabía lo que acababa de tragarme pero la situación era completamente absurda. "¿Y tú te lo has comido?" me preguntó Naty casi enfadada conmigo porque no podía parar de reir. "Ay, hija, ya sabes que a mí me gusta todo...".

Tres minutos más tarde, Emma, con el envoltorio del "dulce" en una mano, el traductor de Google en la otra y su cara desencajada, nos estaba pidiendo perdón por habernos dado jabón para la ropa como acompañamiento del café.

Así que, amigos, dicen que lo que no mata engorda... si dejo de escribir este blog sabed que me fui de este mundo por hacer una de las cosas que más me gusta, comer chocolate. Si no, ya os contaré los efectos que provoca comerse una pastilla de jabón lituano bañado en café ja, ja, ja...


sábado, 11 de marzo de 2017

11 M

Como sabéis, adoro leer y admiro a las personas que saben escribir. Hoy, sólo voy a dejaros un microrrelato de mi cuentista favorito, Fermín López Costero, con el que quiero recordar a todas esas personas que perdieron la vida aquel 11M del 2004.

Los Aparecidos.

Con frecuencia, pero también cuando menos lo espero, se me aparecen mis padres. Tras el susto inicial, el miedo va dejando paso a un sentimiento de impotencia y de rabia, porque, por más empeño que pongo, nunca consigo comunicarme con ellos. Me gustaría decirles, sobre todo, que los echo mucho de menos, que me cuesta asumir que aquel desgraciado accidente me haya privado de su compañía.
Luego, cuando desaparecen, me quedo durante horas muy triste, abrazado a las flores que amorosamente han depositado sobre mi lápida.

                Fermín López Costero (Teatro de Sombras)


martes, 7 de marzo de 2017

Lo mismo te ausculto que te perfumo

No sé cómo finalizará el día, ya sabéis cómo funciona ésto, pero entre el recorrido en el bus circular hasta la clínica de rehabilitación (dadme un minuto y enseguida os cuento otra anécdota del TUP ( transporte urbano de Ponferrada) ) y lo que me hacen reir mis compañeros lesionados, las lágrimas de risa que llevo derramadas hoy ya no me las quita nadie. Voy a tener que dejar de pintarme el ojo porque regreso a casa, todos los días, como un mapache.

He subido al bus y estaban todos los asientos ocupados, así que me he colocado al final del todo, de pie, donde no molestar a nadie. El ambiente muy tranquilo hasta que hemos llegado a la parada del H. De La Reina. Entonces, se han subido dos señores, no muy mayores, y llevaban un informe médico en la mano. Como continuaban todas las plazas con gente, se han colocado a mi lado. Nos hemos saludado y le dice uno a otro: "Mira, lo que te decía que han puesto. Que he venido a urgencias aseado con perfume normal. A lo mejor, como ahora hay tanta gente rara les obligan a escribir si vamos limpios u olemos mal". Aquí, como os imaginaréis, toda mi atención se ha centrado en el informe médico. Acto seguido, le ha contestado el otro: "A ver, ¿cómo van a escribir eso? Déjame leerlo". Yo, intentaba leer también aunque no podía porque movían el folio sin parar. Sí, lo confieso, pero, ¿cómo resistir la tentación de echar un ojo a un informe de urgencias en el que un médico escriba algo así? Entonces, veo que el hombre se empieza a reir y le dice al otro: "¿Aseado con perfume? Jajajajajajaja... ponte las gafas, anda. Aquí pone auscultado con perfusión normal. Que no sé lo que es la perfusión pero perfumado...  ¡tú sí que estás perfumado!" Y el remate ha venido cuando le contesta: " Yo qué sé, los médicos tienen esa letra que nadie los entiende" . Y dice el más normal: "Jajajajaja... ¡serás bruto, si está escrito a ordenador, mira! Volvemos, ¿eh? Volvemos a que te miren la cabeza jajajajaja".

He cogido mi móvil para disimular y que creyeran que me estaba riendo de algún video o yo qué sé, pero entonces, en uno de los muchos grupos del whatsapp había una lista de chistes y al leerlos he soltado una carcajada que venía reprimiendo desde varias paradas atrás. Me han mirado con vergüenza y me dice el que estaba enfermo: "Ay, es que se pone uno tan nervioso cuando va al médico que ya no sabe ni leer". Y yo, con remordimiento de conciencia le he contestado: "No, no se preocupe; A mí, una vez me dieron una receta y le pregunté al médico a ver qué hacía con ese papel" (pero esa historia ya os la contaré en otro momento).


sábado, 4 de marzo de 2017

¿Sabéis hacer el pino?

¿Quién de vosotros sabe hacer el pino? pero no el pino que todas las niñas (y supongo que también algún niño) hemos hecho alguna vez de pequeñas apoyándonos contra la pared. No, no, os estoy hablando del pino sin pared, ni muro, ni puerta, ni "farrapos de gaitas". El pino apoyando únicamente las manos en el suelo, así, a pelo y que Dios nos pille confesados.

Hoy, haciendo una extraña asociación de ideas, he recordado aquel segundo trimestre, de 8° de EGB, en el que el profesor de Gimnasia nos obligó a hacer tres volteretas de lo más raras (éstas me salían bordadas, siempre he sido muy flexible, supongo que se lo debo a todos los años que hice ballet) y dos pinos. ¡Ay, los pinos! Uno, consistía en apoyar las manos en el suelo y punto; el otro, en apoyar manos y cabeza.

Llegó la noche anterior al examen y no había forma humana de que a mí me saliera aquello. Vale que no aspiraba a ser Nadia Comaneci pero, ¿Lina Morgan? ¿en serio era preciso ponerme a imitar a Lina Morgan cada vez que pretendía elevar las piernas para hacer el pino? Recuerdo a mi padre haciéndolos conmigo y desesperándose al ver que a él le salían y a la torpe de su hija no. Me acosté porque lo mío era una causa perdida, y lloré, y lloré, y lloré hasta que, supongo, el cansancio me venció y me dormí.

Primera hora de la mañana, clase de gimnasia; primera voltereta, perfecta; segunda voltereta, muy bien; tercera voltereta, clavada. " Ahora los pinos, empieza por el que quieras" me dijo. Creo que, cuando años más tarde me dijeron "Sara, estoy con otra chica, ya no te quiero, lo nuestro acaba aqui", me dolió menos que escuchar a Rubén decirme que tenía que hacer los pinos y que empezara por el que quisiera.

¿Y qué creéis que pasó? pues que no sé cómo ni cómo no, supongo que fue un conjunto de rabia, amor propio, y odio hacia mi profesor de gimnasia por obligarme a hacer aquello (bueno, eso y que tengo el mejor Ángel de la Guarda de todo el planeta y me sujetó las piernas), que hice un pino perfecto y el otro de 10 (me puso un sobresaliente aquella evaluación. Mis padres no me dieron una torta, porque nunca me han pegado, pero era para "estampinarme" contra la pared después de la noche que les había dado). Eso sí, la primera y la última vez en mi vida porque nunca antes, y nunca después, he sido capaz de hacerlos.

Ahora, os formulo de nuevo la pregunta, ¿quién de vosotros sabe hacer el pino? A los que contestéis "yo", sabed desde este momento que me declaro fan incondicional vuestra.