martes, 1 de agosto de 2017

Para él

Ya es 2 de agosto, tu día y uno de los días más tristes de mi vida aquel martes del 2011. Como cada año, iré a llevarte un ramo de margaritas. ¿Te acuerdas cuando las cogías del suelo para dármelas? Eres el culpable de que sea mi flor preferida. ¡Cuánto te quise, cuánto te quiero! ¡Cuánto me quisiste, cuánto me quieres!

Lo nuestro fue amor a primera vista. Yo, una bebé que apenas podía ponerse en pie; tú, un (como dirían ahora) cuarentón presumido donde los haya. ¿Cómo no iba a decirte adiós, cada mañana desde mi cuna, si estaba deseando que me guiñaras un ojo desde la calle y me echaras una sonrisa? El ritual de cada día, mis padres tenían que acercarme a la ventana para que pudiera dar los buenos días a mi vecino Ángel o lloraría sin parar. Tampoco era para tanto, ¿no? Sólo quería mi guiño y mi sonrisa del primer hombre que sin ser sangre de mi sangre había robado mi corazón con tan solo 8 meses de vida.

Fui creciendo y mi cariño y amor incondicional, hacia ti, conmigo. Me encanta cuando tus nietos preguntan a tu hija: "¿Qué Sara? ¿La de abuelo?", para saber de quién se está hablando. Siempre vamos a ser Sara la de Ángel y Ángel el de Sara. Siempre vamos a ser nuestros, siempre.

¿Qué me dices de los lugares bonitos a los que fuimos con tu Citroen CX? Lo arrancabas y subía, levitaba, ¡era magia! (qué tierna con mi inocencia, tenías un coche mágico). Viajabas por todo el Bierzo para escribir reportajes y artículos sobre lo acontecido en esta comarca, la noticia no esperaba y el periódico tenía que publicarse cada día, ¡qué generoso eras dejándome que te acompañara siempre que se me antojaba! Recuerdo tus papeles, tus libretas con anotaciones (todavía conservo alguna de las que me regalaste para que yo también pudiera escribir lo que veía y escuchaba). "Tienes que estar atenta y no perder detalle, a lo mejor yo me despisto y luego tendrás que informarme", me decías.

Cinco largos e intensos años de vivencias llenas de anécdotas (es bonito recordarlas contigo cuando voy a visitarte al cementerio), hasta que partí hacia tierras mediterráneas. Cumplías todos mis caprichos y me regañabas cuando creías que debías hacerlo. Eras mi ángel de la guarda terrenal (nunca pensé que te convertirías tan pronto en mi Ángel de la Guarda de verdad. ¡Eras tan joven! ¡Te quedaba tanto por vivir!).

Te fuiste aquel día de agosto, pero una parte de ti se quedó en mi corazón, sigue aquí conmigo y no te la devolveré hasta que (espero dentro de muchos años jajaja...) pueda volver a verte y abrazarte tan fuerte como lo hacía de niña, de adolescente y de joven.

Mañana no voy a estar triste, no, tú querrías que sonriera y eso es lo que voy a hacer. Te llevaré margaritas, hablaré un rato contigo y te guiñaré un ojo sonriendo como me lo hacías tú a mí, cada mañana, cuando te decía adiós desde mi cuna.



4 comentarios:

  1. Que bonito cuando el corazón es el que escribe!!
    Besines y cuidate mucho ��������

    ResponderEliminar
  2. Me ha emocionado leerlo, gracias por escribir con tanto sentimiento sobre mi abuelo. Es verdad que nos hablaba mucho de ti... muchos besos :)
    Ángela.

    ResponderEliminar
  3. No hay un solo día en el que no me acuerde de él. Y siempre lo hago con una sonrisa. Sois afortunados por haberlo tenido como abuelo. Un abrazo muy fuerte.

    ResponderEliminar